SOBRE LA TRASLACIÓN DE LOS RESTOS DE CÉSAR VALLEJO / WÁSHINGTON DELGADO

Antes de morir dijo César Vallejo:
“No volveré al Perú mientras le quede
piedra sobre piedra.” Y no volvió,
muerto se quedó en París, enterrado
en el viejo cementerio
de Montrouge. Sus huesos errabundos
allí reposan, desde mil novecientos
treinta y ocho.
Casi cincuenta años
han pasado, en mil novecientos ochenta
y seis estamos. En el Perú, aún quedan
unas piedras sobre otras piedras.
Las gentes ilustradas de una lejana Lima
discuten si traerán los huesos,
si no los traerán.

Se escriben artículos,
se pronuncian discursos, se presentan
mociones, circulan manifiestos,
arrinconados siguen los huesos de Vallejo
en Montrouge, adonde llegan a veces
un nostálgico estudiante peruano
para meditar en el Perú o en la poesía
o en su propio melancólico destino;
así lo escribe después y eso
también ha de tenerse en cuenta.

¿Tienen importancia estos viajes,
traslaciones, artículos, discursos
alrededor de unos huesos? ¿Qué decir
en cambio de este libro, de ese reloj,
de aquel sombrero? En viajes fotografías
registrados están. Vallejo los usaba,
soportaba o leía en París
de los frondosos castaños primaverales,
junto a su muerte querida y su café.
Con desvaído gesto auscultaría Vallejo
ese reloj de peruana plata, en sus horas
de inquietud o añoranza, ahora
estará ya deshecho o no habrá
de funcionar o acaso alguien
contemplará intrigado
las iniciales de su tapa:
CAVM.

Aquel sombrero,
hoy apolillado o en polvo convertido,
fue nuevo alguna vez y Vallejo lo paseaba
por los bulevares de París.
Este libro tendrá notas al margen,
palabras subrayadas
o tampoco existirán.

Reloj, sombrero, libro
pertenecieron a Vallejo como
sus tristes huesos. Más tristemente aún:
Sus huesos se conservan
en una oscura tumba de Montrouge,
hacia la cual a veces alguien
se encamina o piensa en ellos y un día
acaso vuelvan al Perú. ¿Quién, en cambio,
recuerda el sombrero, el reloj, el libro? ¿Quién
lo traerá al pedregoso Perú, a la inhóspita
Lima, a las entrañables alturas de Santiago?
Guardados o perdidos, hechos polvo
u oliendo a naftalina, este libro,
ese reloj, aquel sombrero, ¿no tienen
también cierta importancia?

Se me dirá: Los huesos de Vallejo
nacieron con él, viajaron con él
por mar y tierra, a muchos países
y ciudades, murieron con él
y fueron siempre suyos. El sombrero,
el reloj, el libro los adquirió
cuando era un hombre maduro o cansado.
Acaso ese reloj fue un regalo
de su hermano mayor, en el Perú perdido.
Tal vez compró el libro en librería
Rosay, de Lima, y el sombrero
en una tienda del bulevar Haussman,
tal vez no compró nada, no
le regalaron nada, los tuvo simplemente
sin mayores razones. En todo caso
no nacieron con él como sus huesos,
ni murieron con él. No fueron siempre suyos
desde que abrió los ojos a la luz
en las serranías del norte del Perú
hasta que los cerró para siempre
en la clínica Arago de París.
El argumento es bueno, pero no sirve.
Mucho antes de estas historias
de huesos y relojes, de libros y sombreros,
en una cálida tarde trujillana
o en las frías alturas de su sierra natal,
César Vallejo escribió:”Todos mis huesos
son ajenos, yo tal vez los robé”. Invadido
por una delicada tristeza, todavía
agregó: “Yo vine a darme lo que acaso
estuvo asignado para otro”. Escritas
y leídas estas palabras, qué cosa
podemos afirmar que perteneció a Vallejo
¿unos huesos guardados en la tierra
hoy fúnebre, antaño laboriosa
de Montrouge?, ¿un reloj y un sombrero,
unos libros, un bastón y unos guantes
perdidos o deshechos bajo el peso
impalpable del tiempo?

De Vallejo sólo es un poco de aire líquido
cuando se leen sus versos, un poquito
de luz cuando se lee, por ejemplo:
“Mientras la onda va, mientras la onda viene,
cuán impunemente se está uno muerto.”

de Cuán impunemente se está uno muerto (2003)


Wáshington Delgado Tresierra (1927-2003). Poeta peruano de la Generación del 50 y autor de los poemarios Formas de la ausencia (1955), Días del corazón (1957), Para vivir mañana (1959), Parque (1965), Tierra extranjera (1968), Destierro por vida (1969), Un mundo dividido (Poesía 1951-1970) (1970), Reunión elegida (Antología personal) (1988), Historia de Artidoro (1994) y Cuán impunemente se está uno muerto (2003).

Comentarios

hola Camilo,
me interesan mucho los temas de tu blog.

Tengo sin embargo, una crítica constructiva.

He notado que escribes como quien escribe en un libro.

En los blogs, es necesario escribir con el estilo de blog, es decir, con párrafos cortos, ideas concisas.

Pues está demostrado que cuando está frente al ordenador, la gente no lee, sino que "escanea" las palabras.

La lectura tiene que ser por tanto, ágil.
saludos!
Estimada amiga:
Tomaré en cuenta su sugerencia por cierto. Infinitas gracias! Camilo
Shinazky dijo…
comentario corto :

¡ GRANDE CESAR VALLEJOS !

VIVA LA RAZA.

Salud y Libertad.
Anónimo dijo…
Dejad los huesos de los poetas en paz... a Federico en el barranco de Víznar, a Antonio Machado en su "cimetière marin" de Colliure, a Vallejo en Montrouge... y que las piedras sigan donde están, sólo los versos, las palabras de los poetas, deben volar.

Mariano Ibeas

http://desdeldesvan.blogia.com
Hola, Mariano:
Efectivamente, solo los versos pueden volar. Vallejo es su poesía y no sus restos. Saludos, Camilo
Unknown dijo…
Me parece que el comentario de Ivonne no encaja, porque -al menos aquí. no son párrafos de Camilo, sino un poema de W. Delgado.
Jucés Carmona dijo…
Lo mismo ocurre con Mariano, porque los restos de Vallejo ya no están en en Montrouge sino en Montparnase. Y nadie es quién para ordenar que se deje de hablar de un poeta, llámese como se llame. Sus obras son indesligables de su vida.

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