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Mostrando las entradas de junio, 2014

La casa como estructura figurativa en la poesía de Javier Heraud

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Vivió sólo veintiún años y produjo una obra de notable factura. La pregunta que asoma a la mente no resulta nada baladí: ¿cuál es el tipo de poesía que habría escrito si hubiera vivido tres o cuatro décadas más, como alguno de sus ilustres coetáneos? Quizá Javier Heraud (1942-1963) hubiera concebido un poema experimental como aquellos que pergeñó Rodolfo Hinostroza o, si fuera posible, habría mantenido la desnudez de la palabra,   es decir, una poética que lo cautivó hasta el final de su corta   pero fecunda existencia. Heraud revela un acertado uso del verso corto, de los encabalgamientos y de la musicalidad de la frase. No es banal este hecho: sus poemas se prestan para ser recitados y no sucumben a la tentación del hermetismo. Frente al laboratorio lingüístico de estirpe mallarmeana o a la imaginería onírica (tan típica de los herederos de André Breton), Heraud erige una propuesta de contornos disímiles: no subestima la capacidad interpretativa de su receptor, pero t

Restaurante vegetariano/ José Watanabe

A los vegetales se entra con hambre de animal longevo y apacible, y lentamente se acaba la lechuga. A la carne se va distinto, se ingresa a ella con ansia orgánica, casi disputándola como si fuera carne del día de la resurrección, y se acaba el bife. Recuerdas: para que tú vivieras tu familia depredaba la tierra para ti, pollos patos reses cuyes cabritos carne para convalecer y durar. El alimento en la boca te relaciona con el mundo. Hay días de felino y días de paquidermo. Hoy sean bienvenidas las benéficas ensaladas, la suave soya y las frutas aunque tarde: ya cincuenta años que comes carne y estás eructando miedo. Pero hay días que no tienes carnes ni vegetales sino arena en la lengua. Te explicas: tal vez has comido una sequedad inicial, insidiosa, de pecho, y nunca se acaba, el desierto nunca se acaba.