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Mostrando las entradas de agosto, 2011

Emily/ Alexander Campos Soto

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Mientes, con el corazón en la mano, siempre mientes. Mientes, sin pronunciar una sola palabra, siempre mientes. Te quitas el abrigo y te sientes pleno, con el estómago vacío pero satisfecho de no hacer nada. Luego procedes a ensayar un desgano mal dosificado con esa mueca de vicisitudes infranqueables que te regalaron los años malbaratados. Un vetusto televisor blanco y negro encendido, una radio portátil en el suelo escupe noticias del espectáculo mientras recibe toda la fuerza del sol que, hostil e impenitente, se cuela por la ventana, y un juego de corbatas sucias colgando de la manija de la puerta. Todo lo miras con atención, mientras mientes: la almohada sobre tus piernas y tus codos sobre la almohada, el terno en una orilla de la cama y una toalla higiénica impecable percude el velador (¿de dónde la sacaste?, ¿dirás la verdad?, no, porque, ambos lo sabemos: tú, mientes). Un vaso de vidrio con agua mineral y dos pastillas para combatir la ansiedad descansan sobre u

El Chevrolet verdolaga/ Orlando Mazeyra Guillén*

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" Si no duele, no vale" A lberto Fuguet — De un tiempo a esta parte tengo mucho apetito. —Es la ansiedad —le aclara su madre—. Cuando uno está ansioso le aumenta el apetito. ¿Por qué no recoges la ropa de los cordeles para que te relajes un poco? —Está bien. —Pero no toda la ropa: deja oreando las medias y los calzones. Lo demás lo dejas en el cuarto de planchado. El cuarto de planchado estaba en el último piso de la casa. Ahora, que no había sirvienta, esa pieza luce vacía. Ezequiel lleva seis meses angustiado, buscando un nuevo trabajo y tratando de escribir sus memorias. El siquiatra le ha recetado un ineficaz antidepresivo con nombre de ópera de Verdi: Traviata . Toma una cápsula en las noches acompañada de un hipnótico que lo ayuda a dormir poco y mal. Él, además, tiene muchas ganas de volver a beber, pues dos meses sin p