LA UTOPÍA NEGRA DE CARLOS GARCÍA MIRANDA
La narrativa de Antonio Gálvez Ronceros (Chincha, 1932) obtiene cada vez mayor reconocimiento, sin embargo, pocos han sido los estudiosos que se han acercado rigurosamente a ella. Con el fin de llenar esos vacíos, aparece Utopía negra. Representación, escritura/oralidad e identidad cultural en la narrativa negrista de Antonio Gálvez Ronceros, del profesor sanmarquino Carlos García Miranda (Lima, 1968). El volumen se halla dividido en dos partes: la primera centrada en cómo la crítica especializada aborda la cuentística de Gálvez Ronceros en relación con la denominada generación del cincuenta, el grupo Narración (del cual formaron parte Luis Fernando Vidal, Miguel Gutiérrez, Augusto Higa y Oswaldo Reynoso, entre otros) y tendencias narrativas como el regionalismo, la vertiente realista, el realismo mágico, la literatura popular y la tendencia urbana. Asimismo, García subraya cómo es analizado el universo cultural negro en la obra de Gálvez Ronceros por investigadores como María Cuba Manrique, Ana María Portugal y Carlos Orihuela. Aquí se plantea de qué manera el autor de Monologo desde las tinieblas recrea imaginariamente el habla de los negros de Chincha.
La segunda parte consigna el aporte personal de García Miranda para el estudio de la producción cuentística de Gálvez Ronceros. Premunido de categorías tomadas de la narratología (como focalización, modalidad y distancia) y de los estudios culturales (“literatura del borde” o de contacto intercultural), el investigador llega a precisar el funcionamiento de la escritura y la oralidad en Monólogo desde las tinieblas y concluye con el tema de la identidad cultural en la narrativa negrista de Gálvez Ronceros.
El libro tiene varios méritos. Es una buena introducción al estudio del autor en cuestión, escrita con una prosa ágil y didáctica. Revela un indiscutible orden expositivo. El lector puede adentrarse en el universo cultural de Gálvez Ronceros sin dificultad alguna. Además, emplea varios métodos: el de la narratología y el de los estudios culturales, representados, en Latinoamérica, por Ángel Rama y Antonio Cornejo Polar. En otros términos, discrepa del monismo interpretativo y manifiesta una cercanía por la perspectiva hermenéutica que descree de la fetichización del método, que deja de lado las particularidades del objeto de estudio para convertir a este último en una suerte de Dios omnipotente.
Puedo objetar que faltó sutileza en algunas conclusiones demasiado categóricas: “Programáticamente, para Narración la literatura es reflejo de la realidad social. En cambio, en la obra de Gálvez Ronceros ésta es, ante todo, representación artística” (p. 24). No estoy tan seguro de que se pueda afirmar que para Narración la producción literatura sea un mero reflejo de la realidad social. De otro lado, comparar lo “programático” con los productos artísticos es algo que merecería quizá mayor finura expositiva. Además, encontramos, en los ensayos, referencias bibliográficas que no son completadas en la bibliografía final, la cual pareciera estar incompleta.
Estas objeciones no mellan el indiscutible mérito de La utopía negra como un valioso acercamiento a un clásico vivo de nuestra narrativa y orfebre de la palabra: Antonio Gálvez Ronceros.
La segunda parte consigna el aporte personal de García Miranda para el estudio de la producción cuentística de Gálvez Ronceros. Premunido de categorías tomadas de la narratología (como focalización, modalidad y distancia) y de los estudios culturales (“literatura del borde” o de contacto intercultural), el investigador llega a precisar el funcionamiento de la escritura y la oralidad en Monólogo desde las tinieblas y concluye con el tema de la identidad cultural en la narrativa negrista de Gálvez Ronceros.
El libro tiene varios méritos. Es una buena introducción al estudio del autor en cuestión, escrita con una prosa ágil y didáctica. Revela un indiscutible orden expositivo. El lector puede adentrarse en el universo cultural de Gálvez Ronceros sin dificultad alguna. Además, emplea varios métodos: el de la narratología y el de los estudios culturales, representados, en Latinoamérica, por Ángel Rama y Antonio Cornejo Polar. En otros términos, discrepa del monismo interpretativo y manifiesta una cercanía por la perspectiva hermenéutica que descree de la fetichización del método, que deja de lado las particularidades del objeto de estudio para convertir a este último en una suerte de Dios omnipotente.
Puedo objetar que faltó sutileza en algunas conclusiones demasiado categóricas: “Programáticamente, para Narración la literatura es reflejo de la realidad social. En cambio, en la obra de Gálvez Ronceros ésta es, ante todo, representación artística” (p. 24). No estoy tan seguro de que se pueda afirmar que para Narración la producción literatura sea un mero reflejo de la realidad social. De otro lado, comparar lo “programático” con los productos artísticos es algo que merecería quizá mayor finura expositiva. Además, encontramos, en los ensayos, referencias bibliográficas que no son completadas en la bibliografía final, la cual pareciera estar incompleta.
Estas objeciones no mellan el indiscutible mérito de La utopía negra como un valioso acercamiento a un clásico vivo de nuestra narrativa y orfebre de la palabra: Antonio Gálvez Ronceros.
Comentarios
Sin embargo la metodología empleada resulta muy subjetiva y arbitarria.
Se nota que el autor tiene serios problemas para definir su objeto de estudio ¿Literatura o Antropología? ¿Historia o Sociología?
¿Tan sinuosa es la joven critica literaria peruana?