IN MEMORIAM ESTHER CASTAÑEDA (1947-2010)
En los años ochenta la Escuela de Literatura de la Universidad de San Marcos tuvo, sin duda, profesores de muy alto nivel. Basta recordar algunos nombres ilustres: Antonio Cornejo Polar, Desiderio Blanco, Wáshington Delgado, Francisco Carrillo, Edgardo Rivera Martínez, Carlos Garayar, Luis Fernando Vidal, entre otros. En ese cúmulo de maestros, destacó Esther Castañeda por su espíritu de investigación y entrega a la difícil labor de la docencia en una época signada por la violencia y por el deterioro económico de las universidades nacionales. Muchas veces se ha dicho que la razón de ser de la enseñanza universitaria es la investigación, cauce que permite que el conocimiento fluya, interminable, del maestro al alumno. Ahora que pululan centros de enseñanza que rinden pleitesía al lucro, quizá sea necesario recordar que lo importante es el amor por el saber y que ello justifica la tarea intelectual de pensadores como Raúl Porras Barrenechea, Jorge Basadre o Estuardo Núñez, y su indiscutible legado en un país que no valora, con justeza, las obras de sus grandes creadores.
Hace unos días, un mail me comunicó que Esther Castañeda, aquella persona que me dictó cursos memorables como “Metodología del trabajo intelectual” y “Literatura Peruana del siglo XIX”, había dejado de existir. Dio a conocer poemarios como Interiores (1994), Carnet (1996), Falso huésped (2000), Piel (2001) y Chosica / Fiebre de familia (2005). Estudió el aporte de las revistas de vanguardia en su interesante libro El vanguardismo literario en el Perú (1989). Pedro Escribano nos recuerda que por iniciativa de Castañeda se creó el curso de “Literatura escrita por mujeres” en la Universidad de San Marcos, donde se le confirió la merecida distinción de Profesora Emérita.
Nada es producto de generación espontánea: siempre hay un proceso que explica plenamente el surgimiento de nuevos acontecimientos en el ámbito de la cultura. El legado de Castañeda está en sus discípulos, aquellos que aprendieron con ella a encaminarse por la senda de la investigación. Ni un mal incurable pudo amenguar el ánimo de Esther Castañeda, quien en sus últimos años impulsó, con inusual ahínco, el sello Magdala Editores; escribió versos, publicó libros y dio recitales. Testimonio de que la literatura quizá pudiera vencer la muerte.
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