JORGE LUIS BORGES Y EL PREMIO NOBEL QUE NUNCA LLEGÓ
Los premios son importantes como estímulos para los escritores, pero ningún verdadero poeta o novelista puede escribir simplemente para obtener algún galardón, sino porque la escritura es imprescindible para él. Como decía Enrique Lihn: “porque escribí, porque escribí estoy vivo”. El caso del Premio Nobel jamás adjudicado a Jorge Luis Borges motiva un post de Gustavo Faverón, en “Puente Aéreo”, donde da a conocer un artículo de Gabriel García Márquez, quien fecha, en 1976, el día en que la Academia Sueca vio con muy malos ojos la condecoración que Borges recibió de Pinochet. Según el artífice de Cien años de soledad, ese día, prácticamente, el genial escritor argentino perdió la posibilidad de obtener la tan anhelada distinción. La pregunta es si tal error político de Borges puede hacer mella en la calidad de sus ensayos o cuentos o poemas. En mi opinión, no. Todo lector de una obra literaria sabe que debe, por principio, separar al autor real del narrador que cuenta un relato. Y si hablamos de la ideología de un poema, nos referimos a la cosmovisión que subyace a este último y no a la que el autor real tuvo como personaje público. Entender la literatura como ficción es entrar en el juego de que las palabras construyen un referente propio que si bien tiene alguna relación con el referente real, no deja de tener una cierta autonomía y dibujar un mundo donde preponderan la fantasía y la libertad.
Que Borges no haya ganado el Nobel no tiene mayor importancia. Creo que es, indiscutiblemente, uno de los escritores latinoamericanos que más ha influido de modo poderoso en la cultura europea. En él siempre he visto a un desmitificador: alguien que juega irónicamente con la filosofía occidental. Schopenhauer o Berkeley, evocados por el genial autor de Ficciones, siempre me provocan una amable y respetuosa sonrisa. Tal vez ese tono irónico subraye la especificidad de la cultura latinoamericana. Como si nosotros, a veces, tuviéramos la costumbre de ironizar los grandes mitos de la cultura occidental como el de la democracia representativa o de la justicia. Mitos porque encubren formas refinadas de control por parte de los que monopolizan el discurso del poder.
Los premios son importantes como estímulos para los escritores, pero ningún verdadero poeta o novelista puede escribir simplemente para obtener algún galardón, sino porque la escritura es imprescindible para él. Como decía Enrique Lihn: “porque escribí, porque escribí estoy vivo”. El caso del Premio Nobel jamás adjudicado a Jorge Luis Borges motiva un post de Gustavo Faverón, en “Puente Aéreo”, donde da a conocer un artículo de Gabriel García Márquez, quien fecha, en 1976, el día en que la Academia Sueca vio con muy malos ojos la condecoración que Borges recibió de Pinochet. Según el artífice de Cien años de soledad, ese día, prácticamente, el genial escritor argentino perdió la posibilidad de obtener la tan anhelada distinción. La pregunta es si tal error político de Borges puede hacer mella en la calidad de sus ensayos o cuentos o poemas. En mi opinión, no. Todo lector de una obra literaria sabe que debe, por principio, separar al autor real del narrador que cuenta un relato. Y si hablamos de la ideología de un poema, nos referimos a la cosmovisión que subyace a este último y no a la que el autor real tuvo como personaje público. Entender la literatura como ficción es entrar en el juego de que las palabras construyen un referente propio que si bien tiene alguna relación con el referente real, no deja de tener una cierta autonomía y dibujar un mundo donde preponderan la fantasía y la libertad.
Que Borges no haya ganado el Nobel no tiene mayor importancia. Creo que es, indiscutiblemente, uno de los escritores latinoamericanos que más ha influido de modo poderoso en la cultura europea. En él siempre he visto a un desmitificador: alguien que juega irónicamente con la filosofía occidental. Schopenhauer o Berkeley, evocados por el genial autor de Ficciones, siempre me provocan una amable y respetuosa sonrisa. Tal vez ese tono irónico subraye la especificidad de la cultura latinoamericana. Como si nosotros, a veces, tuviéramos la costumbre de ironizar los grandes mitos de la cultura occidental como el de la democracia representativa o de la justicia. Mitos porque encubren formas refinadas de control por parte de los que monopolizan el discurso del poder.
Comentarios
Creo que si bien los cuentos de Borges son obras maestras, pienso que los ensayos del genial escritor argentino están en el mismo nivel. Hay que leer "Otras inquisiciones" para percibir la maestría Borges, uno de los grandes ensayistas de dimensión universal.
citas al Borges ensayista y lo pones al mismo nivel que el Borges narrador. ¿Y qué pasa con el poeta? A mí Borges me gusta principalmente por su poesía. No me refiero a Fervor de Buenos Aires, un buen intento inicial, sino a lo que vino después. Su maestría en el manejo del ritmo y el sostenido aliento de sus versos, tan cercano a lo conversacional, son uno de los grandes logros de la poesía Argentina de todos los tiempos.
Efectivamente, la poesía de Borges es de altísimo nivel. Creo que "Elogio de la sombra" es uno de los grandes poemarios de la lengua castellana.
Tu artìculo me devuelve esa antigua fascinaciòn.