UN COMENTARIO DE GUSTAVO FAVERÓN EN PUENTE AÉREO ACERCA DE LOS ESTUDIOS CULTURALES
Estoy gratamente sorprendido por la mención que Gustavo Faverón hace de La soledad de la página en blanco en su blog Puente aéreo (www.puenteareo1.blogspot.com). Me parece francamente estimulante que haya realizado una crítica de uno de las breves notas que incluí en este blog. Por lo tanto, para estimular la polémica, responderé con un escueto comentario.
No estoy rechazando los estudios culturales en bloque, sino que marco una diferencia --señalada por Raúl Bueno en Antonio Cornejo Polar y los avatares de la cultura latinoamericana-- entre los estudios culturales que se practican en América Latina y los que se practican en Estados Unidos (o "a la usanza norteamericana", como afirmaba en la nota comentada por Gustavo Faverón). Yo diría –para ser más exactos— que se trata, más bien, de dos tendencias al interior de los estudios culturales: la primera respeta la especificidad de la tradición literaria; mientras que la segunda ve a la literatura en función ancilar. La primera (representada por Ángel Rama y Antonio Cornejo Polar, entre otros) considera a la literatura como una de las expresiones más destacadas de la cultura y ella no queda subordinada a la representación de sexo, de clase y raza de un ordenamiento social determinado. La segunda, por el contrario, parece situarse más en el primer mundo (Estados Unidos, por ejemplo) y tiene legitimidad en dicho contexto; pero toma el texto en función ancilar --remarca Bueno-- como proveedor de informaciones o elemento de constatación, hecho que lleva a yuxtaponer, por ejemplo, la poesía de Sendero Luminoso a una novela de Mario Vargas Llosa. Los ecos de esta última tendencia se observan en los trabajos de Víctor Vich y de Marcel Velázquez, quienes son destacados y acuciosos investigadores; sin embargo, yo no estoy de acuerdo en reducir el discurso de Ricardo Palma --como lo hace Velásquez en su interesante aunque discutible libro Las máscaras de la representación-- al funcionamiento del sujeto esclavista que rechaza, en gran medida, los aportes de las culturas afrocaribeñas. Eso me parece injusto: Palma creó un género (la tradición) y fue el primero en internacionalizar la narrativa peruana. Esos méritos opacan, de todas maneras, ciertos rasgos “racistas” que se pueden observar en sus textos y que son, en alguna medida, producto de su época (el positivista siglo XIX). Tampoco me parece especialmente importante estudiar la poesía de Sendero Luminoso --como lo hace Vich-- porque creo que dicha poesía tiene una ínfima calidad y no merece un detenido estudio. Voy a decir algo obvio: considero que Eguren, por ejemplo, es más poeta que Abimael Guzmán. Pienso que debemos buscar un equilibrio entre el análisis formal y la reflexión interdisciplinaria. Me parece que la crítica debería tener una orientación interdisciplinaria y –mejor aún—transdisciplinaria; pero no convertirse en un mero apéndice de la sociología. Además, no descarto la lectura política de un texto literario siempre y cuando se respete la especificidad de la tradición literaria y no se caiga en dogmatismos ni en el hecho de obviar el trabajo formal del poeta.
Estoy gratamente sorprendido por la mención que Gustavo Faverón hace de La soledad de la página en blanco en su blog Puente aéreo (www.puenteareo1.blogspot.com). Me parece francamente estimulante que haya realizado una crítica de uno de las breves notas que incluí en este blog. Por lo tanto, para estimular la polémica, responderé con un escueto comentario.
No estoy rechazando los estudios culturales en bloque, sino que marco una diferencia --señalada por Raúl Bueno en Antonio Cornejo Polar y los avatares de la cultura latinoamericana-- entre los estudios culturales que se practican en América Latina y los que se practican en Estados Unidos (o "a la usanza norteamericana", como afirmaba en la nota comentada por Gustavo Faverón). Yo diría –para ser más exactos— que se trata, más bien, de dos tendencias al interior de los estudios culturales: la primera respeta la especificidad de la tradición literaria; mientras que la segunda ve a la literatura en función ancilar. La primera (representada por Ángel Rama y Antonio Cornejo Polar, entre otros) considera a la literatura como una de las expresiones más destacadas de la cultura y ella no queda subordinada a la representación de sexo, de clase y raza de un ordenamiento social determinado. La segunda, por el contrario, parece situarse más en el primer mundo (Estados Unidos, por ejemplo) y tiene legitimidad en dicho contexto; pero toma el texto en función ancilar --remarca Bueno-- como proveedor de informaciones o elemento de constatación, hecho que lleva a yuxtaponer, por ejemplo, la poesía de Sendero Luminoso a una novela de Mario Vargas Llosa. Los ecos de esta última tendencia se observan en los trabajos de Víctor Vich y de Marcel Velázquez, quienes son destacados y acuciosos investigadores; sin embargo, yo no estoy de acuerdo en reducir el discurso de Ricardo Palma --como lo hace Velásquez en su interesante aunque discutible libro Las máscaras de la representación-- al funcionamiento del sujeto esclavista que rechaza, en gran medida, los aportes de las culturas afrocaribeñas. Eso me parece injusto: Palma creó un género (la tradición) y fue el primero en internacionalizar la narrativa peruana. Esos méritos opacan, de todas maneras, ciertos rasgos “racistas” que se pueden observar en sus textos y que son, en alguna medida, producto de su época (el positivista siglo XIX). Tampoco me parece especialmente importante estudiar la poesía de Sendero Luminoso --como lo hace Vich-- porque creo que dicha poesía tiene una ínfima calidad y no merece un detenido estudio. Voy a decir algo obvio: considero que Eguren, por ejemplo, es más poeta que Abimael Guzmán. Pienso que debemos buscar un equilibrio entre el análisis formal y la reflexión interdisciplinaria. Me parece que la crítica debería tener una orientación interdisciplinaria y –mejor aún—transdisciplinaria; pero no convertirse en un mero apéndice de la sociología. Además, no descarto la lectura política de un texto literario siempre y cuando se respete la especificidad de la tradición literaria y no se caiga en dogmatismos ni en el hecho de obviar el trabajo formal del poeta.
Comentarios
Si bien es cierto que la categoría de representación social es coherente y válida en función del discurso, habría que ver -rever- los límites de esa misma categoría (parece, a veces, más una plantilla).
CONTRA EL BIOGRAFISMO EN EL ANÁLISIS DE POESÍA/
saludos por el blog