UNIVERSIDAD AUTISTA E INVESTIGACIÓN SIN DESTINO*/ MARCEL VELÁZQUEZ CASTRO
La universidad del siglo XXI no solo debe entregar a la sociedad profesionales integrales tanto en valores intelectuales como humanos, no solo debe garantizar una adquisición real de conocimientos de sus estudiantes, sino que debe construir sujetos productores de conocimiento y capaces de conservar un permanente acceso a la nueva información. Solo si cumple estas tres condiciones podrá iniciar exitosamente los procesos de autoevaluación y acreditación[1] que le permitan insertarse cabalmente en sociedades posmodernas[2] y en un mundo globalizado. Las transformaciones mundiales de las dos últimas décadas han creado un nuevo capital que posee dos polos indisociables: el acceso a la información y la capacidad de producir saber (principalmente ciencia y tecnología).
1.1 Los nuevos escenarios y herramientas de la sociedad de la información
La producción, la distribución y el acceso al saber han cambiado drásticamente en las dos últimas décadas. Internet ha creado una sociedad global de la información, en la cual la producción del conocimiento se convierte en el nuevo capital: una variable clave que diferencia al Norte del Sur, a los países que importan productos con alto valor agregado y tecnología de los que importan recursos naturales y fuerza de trabajo. El mundo globalizado no solo crea culturas desterritorializadas, nuevos flujos de comunicaciones informáticos, redes tecnológicas, copresencia de culturas e historias, sino que promueve una mayor desigualdad y estratificación entre las diferentes sociedades y al interior de cada una. El Estado debe garantizar un acceso equitativo a las nuevas tecnologías por parte de todas las instancias educativas públicas: la brecha tecnológica solo fortalece la desigualdad social y la discriminación de los alumnos egresados de universidades públicas.
La universidad debe educar, formar y realizar investigaciones. Sus alumnos deben desarrollar el pensamiento crítico y la imaginación creadora. En estas tareas, el libro[3] ha sido siempre el instrumento central. La pregunta acuciante es si todavía el libro, en una sociedad definida por las tecnologías audiovisuales, puede seguir desarrollando sus antiguas tareas entre la generación que ha crecido con la Internet y los videojuegos como formas hegemónicas de sociabilidad. En la sociedad contemporánea, el libro ha perdido la exclusividad en la transmisión de la información y el conocimiento: comparte esa posición con una serie de medios, entre los cuales destacan la televisión y la Internet. En la universidad, todavía el libro sigue ocupando una posición preeminente, pero las dificultades de comprensión lectora y la renuencia a la lectura en los nuevos jóvenes, incluso los universitarios, crece peligrosamente. En síntesis, el libro debe seguir siendo una fuente ineludible de conocimiento en la universidad porque la lectura es un entrenamiento de nuestras capacidades lógicas y cognitivas, pero también se debe asignar un lugar relevante a los nuevos medios y a sus sistemas de formalización de la realidad.
Hay que advertir que la mera inserción de tecnologías avanzadas en el aula universitaria, e incluso, la configuración del “aula virtual” no garantizan una verdadera formación ni cabal producción de conocimiento. Muchas de las universidades privadas en el Perú cuentan con ingentes recursos económicos, hay algunas que incluso tienen una computadora y un proyector multimedia por aula; sin embargo, en la mayoría de ellas la investigación y la producción de nuevos conocimientos está relegada a un segundo plano y en no pocos casos es casi inexistente (muchas de las nuevas universidades no tienen un Fondo Editorial, no publican revistas especializadas ni poseen Institutos de Investigación, sus alumnos creen que realizar un trabajo monográfico es cortar y pegar textos de Internet). Es decir, el acceso a nuevas tecnologías no garantiza necesariamente la revolución del conocimiento que el sistema universitario requiere. Por otro lado, actualmente el divorcio entre conocimiento crítico y sociedad es funcional al nuevo orden mundial porque la desregulación neoliberal de los sistemas audiovisuales y de telecomunicaciones ha convertido al “mercado de la cultura” en una apuesta crucial para las políticas de globalización hegemónicas. La siniestra lógica del mundo global podría resumirse así: la cultura es demasiado importante para que quede en manos de intelectuales o académicos.
El desafío de la globalización y la difusión de las nuevas tecnologías constituyen una realidad ineludible. La universidad peruana debe poder desplazarse entre los circuitos locales, nacionales y globales. Aprovechar nuestra ventaja comparativa (multiculturalidad[4] y biodiversidad) y utilizarla en los escenarios globales. Paralelamente, los profesores universitarios deben aprender a explotar los beneficios de las nuevas tecnologías que no solo abrirán nuevas sendas para su formación, sino que permitirán un mejor diálogo con los jóvenes universitarios. La renovación de la universidad no solo pasa por la infraestructura, sino principalmente por la actitud de apertura de los profesores y estudiantes para afrontar conjuntamente los radicales cambios que vivimos.
1.2 Educación e investigación universitarias: la trenza del desarrollo
Desde la hegemonía de la universidad moderna, la vinculación entre investigación y enseñanza se ha convertido en un aspecto crucial de la naturaleza de la universidad. Esta relación ha sido siempre tensa y difícil, los mejores momentos de la universidad son aquellos en los que la producción de conocimiento, fruto de investigaciones recientes, se comparte y se discute en un salón de clases. Existe ya consenso entre los estudiosos del tema: la universidad no debe ser un mero centro de divulgación científica, sino enseñar a hacer ciencia. Como sostiene el sociólogo español Ignacio Sotelo: las dos tareas más relevantes son: a) enseñar a preguntar, y b) problematizar el conocimiento. Una pregunta que abra una senda de investigación presupone un caudal de lecturas y conocimientos adquiridos, pero la adquisición pasiva de los mismos no garantiza jamás la formulación de una buena pregunta (2005: 12).
En un mundo donde el conocimiento circula a una intensa velocidad, donde la interdisciplinariedad es la norma para aprehender una realidad cada vez más heterogénea e híbrida, y donde la transitoriedad y obsolescencia del saber son más frecuentes, hay varios elementos centrales de la pedagogía universitaria que están en jaque: el modelo de la clase como charla o conferencia, las ortodoxas divisiones disciplinarias y la investigación individual, entre otras.
El modelo de la clase regida por la charla magistral como mecanismo principal para la transmisión de conocimientos es claramente insuficiente. El monólogo vertical solo alienta alumnos pasivos, materia moldeable que no participa activamente en la construcción de la información, sino que presupone una relación vertical entre el sujeto que posee el conocimiento y el que no lo posee.
Un buen libro puede sustituir con mayor provecho a un mero repetidor de información, pero jamás al diálogo entre el investigador y el alumno: el compartir una hipótesis, estudiar la validez de los resultados, diseñar conjuntamente nuevas preguntas, enriquecen plenamente al binomio profesor/alumno. La universidad peruana, principalmente en las áreas de humanidades y ciencias básicas, debe abandonar definitivamente el modelo tradicional de la clase e ingresar al paradigma del seminario en el que el profesor calificado comparte con un grupo de alumnos una investigación e involucra a sus oyentes en el aprendizaje en tiempo real de la producción del saber.
Las disciplinas académicas (prácticas discursivas con voluntad de autoorganización) tienen como una de sus metáforas centrales la del territorio. Las instituciones académicas (departamentos universitarios y organizaciones profesionales) siguen reproduciendo la idea de frontera entre disciplinas claramente definidas. Por ello, el plan de estudios y el curso individual como columna vertebral de la formación universitaria. Sin embargo, todo este modelo remite a una situación, hoy casi inexistente, de saberes monolíticos y con límites precisos que tiene mucho que ver con la tradición positivista de la universidad y con el ejercicio de cuotas de poder en las respectivas facultades.
La globalización mediante el uso global de lo local y el uso local de lo global ha generado una nueva articulación entre los niveles supranacionales, nacionales y locales. Esta nueva cartografía genera procesos y productos socioculturales que ya no pueden ser aprehendidos desde las rígidas y ortodoxas disciplinas convencionales. La experiencia de lo interdisciplinario e incluso lo transdisciplinario es apremiante, el profesor universitario que no puede dialogar con colegas de otras disciplinas, que no puede diseñar un proyecto de investigación interdisciplinario, que ha perdido el interés por el desarrollo de las disciplinas más alejadas de su campo, debe dar un paso al costado porque no será capaz de liderar la transformación que la universidad requiere.
La investigación personal es una experiencia que se hace cada vez más difícil por los enormes recursos que exige y la imposibilidad de afrontar un problema relevante individualmente y desde una sola perspectiva disciplinaria. Las universidades del primer mundo forman equipos interdisciplinarios con una compleja estratificación que incluye desde los profesores más calificados y con mayor experiencia hasta los noveles e incluso alumnos. Este sistema posibilita que la experiencia de investigación se difunda plenamente entre todos los actores de la comunidad universitaria. En contraposición, en nuestro país, todavía predomina el profesor investigador solitario que desde un solo marco teórico intenta aprehender una problemática. Estos esfuerzos individuales, en alguna ocasión, se coronan con trabajos magníficos que por no estar vinculados a proyectos de larga duración, se pierden o no son aprovechados plenamente.
En las universidades públicas, el presupuesto es harto escaso y se dedica en más del 80% en promedio a pagar los sueldos y las pensiones. La inversión en investigación es ridícula si la comparamos con otros países de la región. En las universidades privadas, también es insuficiente ya que se asigna prioridad a la inversión en infraestructura. Debemos difundir la conciencia, entre todos los miembros de la comunidad universitaria, de que la universidad que no investiga, la que es incapaz de producir conocimiento científico y tecnológico relevante y calificado para la comunidad académica y su sociedad es un mero instituto tecnológico disfrazado de universidad. Por lo tanto, la anhelada calidad de la institución universitaria exige no solo infraestructura adecuada, sino un grupo de profesores altamente calificados que investiguen y que, además, puedan transmitir las competencias que requiere un profesional determinado.
1.3 Cinco propuestas (impopulares)
A) En nuestra facultad existe un significativo capital de profesores investigadores. Sin embargo, no se han creado espacios institucionales para el diálogo entre ellos. Las centenas de investigaciones desarrolladas en los últimos años no dialogan entre sí, es más, se ignoran plenamente porque no existe un sistema de investigación articulado y con un norte definido. Cada Instituto debería proponer ejes temáticos transversales que enmarquen las múltiples investigaciones y las hagan dialogar. Así como los estudiantes sustentan su tesis, los profesores investigadores deberíamos sustentar públicamente la investigación desarrollada ante nuestra comunidad.
B) Evaluemos objetiva y críticamente nuestras publicaciones periódicas. Actualmente somos la Facultad con más revistas, triste mérito si tenemos en cuenta que la mayoría de ellas no sigue las normas formales de las revistas de investigación, ninguna forma parte de ISI, o siquiera del premio consuelo de SciELO. Además, tienen una pésima difusión y circulación. Cada Instituto debería tener una sola revista, pero una que pueda competir, circular y formar parte de las referencias académicas del país y de la región.
C) Del monto anual asignado a financiar proyectos de investigación, cada responsable debería gastar obligatoriamente un 10% en libros especializados y de reciente publicación. Esto permitiría que la biblioteca del Instituto de Investigaciones esté actualizada y se convierta en una verdadera herramienta para la investigación.
D) La Unidad de Investigación debe contratar a un traductor profesional para que traduzca al inglés los artículos más importantes de los profesores investigadores. Esto posibilitaría que dichos textos sean presentados a revistas ISI y seguramente algunos de ellos aceptados. Esto generaría un prestigio real y no imaginado para nuestra Facultad y colaboraría con el posicionamiento de nuestra Universidad.
E) La gestión de la investigación es una tarea delicada y especializada, en la mayoría de Institutos siempre ha liderado el equipo un investigador reconocido y prestigioso, alguien con publicaciones valiosas y que se convierte en una figura a emular por los demás profesores. Si empezamos a elegir estos cargos como mera prebenda política estamos consolidando una universidad autista y una investigación sin destino.
Bibliografía
DEPAZ, Zenón y Juana Cuba Sancho
2003 Lineamientos para una política de calidad, autoevaluación y acreditación. Lima: OCAA.
SOTELO, Ignacio
2005 “De continente a islote”. El País, Madrid, 2 de febrero de 2005, 11-12.
[1] El nuevo paradigma de autoevaluación y acreditación exige que todas las universidades revisen la calidad y eficiencia de sus sistemas, estructuras y procesos actuales y busquen acreditarse de acuerdo con los estándares internacionales. Avanzar hacia la calidad académica implica evaluar “la producción de conocimientos, la pertinencia en su orientación académica a las necesidades del país y la interdisciplinariedad en el desarrollo de las tareas académicas” (Depaz et al 2003: 26). Evaluar la calidad de la gestión exige atender a “la eficiencia, entendida como funcionalidad a las tareas académicas, la simplificación de sus procesos y estructuras, la democratización y transparencia” (Depaz et al 2003: 27).
[2] La posmodernidad destruyó la ingenua confianza en las metanarrativas de la modernidad, instaló un relativismo radical en la construcción del conocimiento, planteó que la innovación ya no es posible en el arte, repudió a la ideología del progreso y la originalidad, consiguió que la palabra utopía se convirtiera en una mala palabra. Sin embargo, la posmodernidad también socavó la imagen de un mundo y de una historia teleológica, nos enseñó a valorar las sensibilidades, la diferencia sociocultural y a defender el derecho al reconocimiento de las minorías étnicas y sexuales. Su énfasis en la teoría del discurso corrigió muchas lecturas ingenuas cientificistas y asignó un justo papel a las mediaciones simbólicas y al lenguaje en el análisis social.
[3] Los libros nos enseñan tolerancia, esperanza, heroísmo, justicia y nos muestran también las miserias de la condición humana, la lectura estimula el autoconocimiento y agudiza nuestros razonamientos. Los universitarios tenemos una deuda con la sociedad que ha permitido que experimentemos estos privilegiados procesos y una manera de saldarla es convertirnos en promotores y difusores de la cultura del libro y la lectura entre nuestra comunidad.
[4] Nuestras tradiciones culturales, saberes populares, conocimientos de las diversas etnias y comunidades constituyen una ventaja diferencial que nos permite un mejor posicionamiento de lo local en lo global. No hay futuro para el Perú sin la recuperación de su pasado.
La universidad del siglo XXI no solo debe entregar a la sociedad profesionales integrales tanto en valores intelectuales como humanos, no solo debe garantizar una adquisición real de conocimientos de sus estudiantes, sino que debe construir sujetos productores de conocimiento y capaces de conservar un permanente acceso a la nueva información. Solo si cumple estas tres condiciones podrá iniciar exitosamente los procesos de autoevaluación y acreditación[1] que le permitan insertarse cabalmente en sociedades posmodernas[2] y en un mundo globalizado. Las transformaciones mundiales de las dos últimas décadas han creado un nuevo capital que posee dos polos indisociables: el acceso a la información y la capacidad de producir saber (principalmente ciencia y tecnología).
1.1 Los nuevos escenarios y herramientas de la sociedad de la información
La producción, la distribución y el acceso al saber han cambiado drásticamente en las dos últimas décadas. Internet ha creado una sociedad global de la información, en la cual la producción del conocimiento se convierte en el nuevo capital: una variable clave que diferencia al Norte del Sur, a los países que importan productos con alto valor agregado y tecnología de los que importan recursos naturales y fuerza de trabajo. El mundo globalizado no solo crea culturas desterritorializadas, nuevos flujos de comunicaciones informáticos, redes tecnológicas, copresencia de culturas e historias, sino que promueve una mayor desigualdad y estratificación entre las diferentes sociedades y al interior de cada una. El Estado debe garantizar un acceso equitativo a las nuevas tecnologías por parte de todas las instancias educativas públicas: la brecha tecnológica solo fortalece la desigualdad social y la discriminación de los alumnos egresados de universidades públicas.
La universidad debe educar, formar y realizar investigaciones. Sus alumnos deben desarrollar el pensamiento crítico y la imaginación creadora. En estas tareas, el libro[3] ha sido siempre el instrumento central. La pregunta acuciante es si todavía el libro, en una sociedad definida por las tecnologías audiovisuales, puede seguir desarrollando sus antiguas tareas entre la generación que ha crecido con la Internet y los videojuegos como formas hegemónicas de sociabilidad. En la sociedad contemporánea, el libro ha perdido la exclusividad en la transmisión de la información y el conocimiento: comparte esa posición con una serie de medios, entre los cuales destacan la televisión y la Internet. En la universidad, todavía el libro sigue ocupando una posición preeminente, pero las dificultades de comprensión lectora y la renuencia a la lectura en los nuevos jóvenes, incluso los universitarios, crece peligrosamente. En síntesis, el libro debe seguir siendo una fuente ineludible de conocimiento en la universidad porque la lectura es un entrenamiento de nuestras capacidades lógicas y cognitivas, pero también se debe asignar un lugar relevante a los nuevos medios y a sus sistemas de formalización de la realidad.
Hay que advertir que la mera inserción de tecnologías avanzadas en el aula universitaria, e incluso, la configuración del “aula virtual” no garantizan una verdadera formación ni cabal producción de conocimiento. Muchas de las universidades privadas en el Perú cuentan con ingentes recursos económicos, hay algunas que incluso tienen una computadora y un proyector multimedia por aula; sin embargo, en la mayoría de ellas la investigación y la producción de nuevos conocimientos está relegada a un segundo plano y en no pocos casos es casi inexistente (muchas de las nuevas universidades no tienen un Fondo Editorial, no publican revistas especializadas ni poseen Institutos de Investigación, sus alumnos creen que realizar un trabajo monográfico es cortar y pegar textos de Internet). Es decir, el acceso a nuevas tecnologías no garantiza necesariamente la revolución del conocimiento que el sistema universitario requiere. Por otro lado, actualmente el divorcio entre conocimiento crítico y sociedad es funcional al nuevo orden mundial porque la desregulación neoliberal de los sistemas audiovisuales y de telecomunicaciones ha convertido al “mercado de la cultura” en una apuesta crucial para las políticas de globalización hegemónicas. La siniestra lógica del mundo global podría resumirse así: la cultura es demasiado importante para que quede en manos de intelectuales o académicos.
El desafío de la globalización y la difusión de las nuevas tecnologías constituyen una realidad ineludible. La universidad peruana debe poder desplazarse entre los circuitos locales, nacionales y globales. Aprovechar nuestra ventaja comparativa (multiculturalidad[4] y biodiversidad) y utilizarla en los escenarios globales. Paralelamente, los profesores universitarios deben aprender a explotar los beneficios de las nuevas tecnologías que no solo abrirán nuevas sendas para su formación, sino que permitirán un mejor diálogo con los jóvenes universitarios. La renovación de la universidad no solo pasa por la infraestructura, sino principalmente por la actitud de apertura de los profesores y estudiantes para afrontar conjuntamente los radicales cambios que vivimos.
1.2 Educación e investigación universitarias: la trenza del desarrollo
Desde la hegemonía de la universidad moderna, la vinculación entre investigación y enseñanza se ha convertido en un aspecto crucial de la naturaleza de la universidad. Esta relación ha sido siempre tensa y difícil, los mejores momentos de la universidad son aquellos en los que la producción de conocimiento, fruto de investigaciones recientes, se comparte y se discute en un salón de clases. Existe ya consenso entre los estudiosos del tema: la universidad no debe ser un mero centro de divulgación científica, sino enseñar a hacer ciencia. Como sostiene el sociólogo español Ignacio Sotelo: las dos tareas más relevantes son: a) enseñar a preguntar, y b) problematizar el conocimiento. Una pregunta que abra una senda de investigación presupone un caudal de lecturas y conocimientos adquiridos, pero la adquisición pasiva de los mismos no garantiza jamás la formulación de una buena pregunta (2005: 12).
En un mundo donde el conocimiento circula a una intensa velocidad, donde la interdisciplinariedad es la norma para aprehender una realidad cada vez más heterogénea e híbrida, y donde la transitoriedad y obsolescencia del saber son más frecuentes, hay varios elementos centrales de la pedagogía universitaria que están en jaque: el modelo de la clase como charla o conferencia, las ortodoxas divisiones disciplinarias y la investigación individual, entre otras.
El modelo de la clase regida por la charla magistral como mecanismo principal para la transmisión de conocimientos es claramente insuficiente. El monólogo vertical solo alienta alumnos pasivos, materia moldeable que no participa activamente en la construcción de la información, sino que presupone una relación vertical entre el sujeto que posee el conocimiento y el que no lo posee.
Un buen libro puede sustituir con mayor provecho a un mero repetidor de información, pero jamás al diálogo entre el investigador y el alumno: el compartir una hipótesis, estudiar la validez de los resultados, diseñar conjuntamente nuevas preguntas, enriquecen plenamente al binomio profesor/alumno. La universidad peruana, principalmente en las áreas de humanidades y ciencias básicas, debe abandonar definitivamente el modelo tradicional de la clase e ingresar al paradigma del seminario en el que el profesor calificado comparte con un grupo de alumnos una investigación e involucra a sus oyentes en el aprendizaje en tiempo real de la producción del saber.
Las disciplinas académicas (prácticas discursivas con voluntad de autoorganización) tienen como una de sus metáforas centrales la del territorio. Las instituciones académicas (departamentos universitarios y organizaciones profesionales) siguen reproduciendo la idea de frontera entre disciplinas claramente definidas. Por ello, el plan de estudios y el curso individual como columna vertebral de la formación universitaria. Sin embargo, todo este modelo remite a una situación, hoy casi inexistente, de saberes monolíticos y con límites precisos que tiene mucho que ver con la tradición positivista de la universidad y con el ejercicio de cuotas de poder en las respectivas facultades.
La globalización mediante el uso global de lo local y el uso local de lo global ha generado una nueva articulación entre los niveles supranacionales, nacionales y locales. Esta nueva cartografía genera procesos y productos socioculturales que ya no pueden ser aprehendidos desde las rígidas y ortodoxas disciplinas convencionales. La experiencia de lo interdisciplinario e incluso lo transdisciplinario es apremiante, el profesor universitario que no puede dialogar con colegas de otras disciplinas, que no puede diseñar un proyecto de investigación interdisciplinario, que ha perdido el interés por el desarrollo de las disciplinas más alejadas de su campo, debe dar un paso al costado porque no será capaz de liderar la transformación que la universidad requiere.
La investigación personal es una experiencia que se hace cada vez más difícil por los enormes recursos que exige y la imposibilidad de afrontar un problema relevante individualmente y desde una sola perspectiva disciplinaria. Las universidades del primer mundo forman equipos interdisciplinarios con una compleja estratificación que incluye desde los profesores más calificados y con mayor experiencia hasta los noveles e incluso alumnos. Este sistema posibilita que la experiencia de investigación se difunda plenamente entre todos los actores de la comunidad universitaria. En contraposición, en nuestro país, todavía predomina el profesor investigador solitario que desde un solo marco teórico intenta aprehender una problemática. Estos esfuerzos individuales, en alguna ocasión, se coronan con trabajos magníficos que por no estar vinculados a proyectos de larga duración, se pierden o no son aprovechados plenamente.
En las universidades públicas, el presupuesto es harto escaso y se dedica en más del 80% en promedio a pagar los sueldos y las pensiones. La inversión en investigación es ridícula si la comparamos con otros países de la región. En las universidades privadas, también es insuficiente ya que se asigna prioridad a la inversión en infraestructura. Debemos difundir la conciencia, entre todos los miembros de la comunidad universitaria, de que la universidad que no investiga, la que es incapaz de producir conocimiento científico y tecnológico relevante y calificado para la comunidad académica y su sociedad es un mero instituto tecnológico disfrazado de universidad. Por lo tanto, la anhelada calidad de la institución universitaria exige no solo infraestructura adecuada, sino un grupo de profesores altamente calificados que investiguen y que, además, puedan transmitir las competencias que requiere un profesional determinado.
1.3 Cinco propuestas (impopulares)
A) En nuestra facultad existe un significativo capital de profesores investigadores. Sin embargo, no se han creado espacios institucionales para el diálogo entre ellos. Las centenas de investigaciones desarrolladas en los últimos años no dialogan entre sí, es más, se ignoran plenamente porque no existe un sistema de investigación articulado y con un norte definido. Cada Instituto debería proponer ejes temáticos transversales que enmarquen las múltiples investigaciones y las hagan dialogar. Así como los estudiantes sustentan su tesis, los profesores investigadores deberíamos sustentar públicamente la investigación desarrollada ante nuestra comunidad.
B) Evaluemos objetiva y críticamente nuestras publicaciones periódicas. Actualmente somos la Facultad con más revistas, triste mérito si tenemos en cuenta que la mayoría de ellas no sigue las normas formales de las revistas de investigación, ninguna forma parte de ISI, o siquiera del premio consuelo de SciELO. Además, tienen una pésima difusión y circulación. Cada Instituto debería tener una sola revista, pero una que pueda competir, circular y formar parte de las referencias académicas del país y de la región.
C) Del monto anual asignado a financiar proyectos de investigación, cada responsable debería gastar obligatoriamente un 10% en libros especializados y de reciente publicación. Esto permitiría que la biblioteca del Instituto de Investigaciones esté actualizada y se convierta en una verdadera herramienta para la investigación.
D) La Unidad de Investigación debe contratar a un traductor profesional para que traduzca al inglés los artículos más importantes de los profesores investigadores. Esto posibilitaría que dichos textos sean presentados a revistas ISI y seguramente algunos de ellos aceptados. Esto generaría un prestigio real y no imaginado para nuestra Facultad y colaboraría con el posicionamiento de nuestra Universidad.
E) La gestión de la investigación es una tarea delicada y especializada, en la mayoría de Institutos siempre ha liderado el equipo un investigador reconocido y prestigioso, alguien con publicaciones valiosas y que se convierte en una figura a emular por los demás profesores. Si empezamos a elegir estos cargos como mera prebenda política estamos consolidando una universidad autista y una investigación sin destino.
Bibliografía
DEPAZ, Zenón y Juana Cuba Sancho
2003 Lineamientos para una política de calidad, autoevaluación y acreditación. Lima: OCAA.
SOTELO, Ignacio
2005 “De continente a islote”. El País, Madrid, 2 de febrero de 2005, 11-12.
[1] El nuevo paradigma de autoevaluación y acreditación exige que todas las universidades revisen la calidad y eficiencia de sus sistemas, estructuras y procesos actuales y busquen acreditarse de acuerdo con los estándares internacionales. Avanzar hacia la calidad académica implica evaluar “la producción de conocimientos, la pertinencia en su orientación académica a las necesidades del país y la interdisciplinariedad en el desarrollo de las tareas académicas” (Depaz et al 2003: 26). Evaluar la calidad de la gestión exige atender a “la eficiencia, entendida como funcionalidad a las tareas académicas, la simplificación de sus procesos y estructuras, la democratización y transparencia” (Depaz et al 2003: 27).
[2] La posmodernidad destruyó la ingenua confianza en las metanarrativas de la modernidad, instaló un relativismo radical en la construcción del conocimiento, planteó que la innovación ya no es posible en el arte, repudió a la ideología del progreso y la originalidad, consiguió que la palabra utopía se convirtiera en una mala palabra. Sin embargo, la posmodernidad también socavó la imagen de un mundo y de una historia teleológica, nos enseñó a valorar las sensibilidades, la diferencia sociocultural y a defender el derecho al reconocimiento de las minorías étnicas y sexuales. Su énfasis en la teoría del discurso corrigió muchas lecturas ingenuas cientificistas y asignó un justo papel a las mediaciones simbólicas y al lenguaje en el análisis social.
[3] Los libros nos enseñan tolerancia, esperanza, heroísmo, justicia y nos muestran también las miserias de la condición humana, la lectura estimula el autoconocimiento y agudiza nuestros razonamientos. Los universitarios tenemos una deuda con la sociedad que ha permitido que experimentemos estos privilegiados procesos y una manera de saldarla es convertirnos en promotores y difusores de la cultura del libro y la lectura entre nuestra comunidad.
[4] Nuestras tradiciones culturales, saberes populares, conocimientos de las diversas etnias y comunidades constituyen una ventaja diferencial que nos permite un mejor posicionamiento de lo local en lo global. No hay futuro para el Perú sin la recuperación de su pasado.
*Ponencia presentada en el Seminario Taller de Investigación "Carlos Eduardo Zavaleta", realizado entre el 19 y 20 de octubre de 2007, en la Facultad de Letras de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
Marcel Velázquez Castro (Lima, 1969). Profesor en la Facultad de Letras y Ciencias Humanas de la Universidad de San Marcos y en la Universidad Antonio Ruiz de Montoya. Ha publicado El revés del marfil. Nacionalidad, etnicidad, modernidad y género en la literatura peruana (2001) y Las máscaras de la representación. El sujeto esclavista y las rutas del racismo en el Perú (1775-1895) (2005). Ha obtenido el Premio Nacional de Ensayo Federico Villarreal (2001) y el Premio Jorge Basadre Grohmann (2004), entre otras distinciones.
Comentarios
La ponencia es muy objetiva.
Me parece que Marcel habla desde su propia experiencia como estudiante y luego como profesor formado en aulas sanmarquinas; felicito su espíritu crítico.
Es cierto que se debe realizar una reformulación del "dictado" de clases y de la coordinación entre las investigaciones, así como un mayor empleo de las TICs en el aprendizaje universitario; sin embargo, existe una clarísima verdad: quien enseña, repite, en buena parte, el molde, recibido de sus maestros. Pero, felizmente, encontramos numerosos profesores que ya se han asomado a la "educomunicación".
Marcel nos dice que el estudiante universitario debe saber preguntar. Desde mi modesta experiencia de trabajo con jóvenes, observo que el estudiante de una universidad pública no ha recibido en su vida escolar las experiencias necesarias para formular una pregunta, exponer, trabajar en equipo y desconocen, generalmente, la utilización de los TIC's en sus labores académicas. Estas habilidades se aprenden en los primeros ciclos de la Educación Primaria y Secundaria.
Si queremos tener investigadores de calidad, las bases las tendremos que colocar desde el nivel Inicial.
Recuerdo mucho la experiencia japonesa luego de la Segunda Guerra Mundial, pues solamente pudieron invertir en su mejor capital: el ser humano. Todos conocemos los resultados: nipones investigadores de primer orden y creativos para mejorar lo que ya está hecho; sin embargo, pocos saben que esa inquitud investigadora se inició en casa. Todos los días, cuando el pequeño llega del colegio, la mamá le dice:
- ¿Qué pregunta le hiciste hoy a tu profesor?
Parece muy trivial , pero formulada todos los días a los niños los invita a cuestionar lo recibido en clase y a fortalecer su autoestima. Este último elemento muy descuidado por muchísimos educadores.
Me hubiera gustado asistir al Seminario, ¿Por qué no lo publicitaron?
Saludos,
Efectivamente, la base está en la educación inicial. Allí se deben desarrollar las habilidades que más adelante se afianzarán en la educación primaria y secundaria.