UNA VALIOSA ANTOLOGÍA DE LUIS BENÍTEZ


La poesía argentina tiene nombres imprescindibles en el concierto de la lírica hispanoamericana. Podemos mencionar a Jorge Luis Borges, Oliverio Girondo, Enrique Molina, Juan Gelman y Alejandra Pizarnik. El primero manejó con destreza los más diversos géneros: el cuento, el ensayo literario y el poema; además, supo trajinar desde el ultraísmo hasta el equilibrio clásico. El segundo fue un diestro hacedor de neologismos que tuvo una de sus cumbres en el poemario En la masmédula. El tercero fue un surrealista que, como César Moro en el Perú, exploró la dimensión onírica hasta límites insospechados. El cuarto es un poeta de temple coloquial y que emplea la sucesión de preguntas para exigir al lector que tome conciencia de un tiempo donde predomina la desesperanza. De Pizarnik recuerdo, sobre todo, el escueto poema “Amantes”: “una flor/ no lejos de la noche/ mi cuerpo mudo/ se abre/ a la delicada urgencia del rocío”.

Breve antología poética
[1]de Luis Benitez (Buenos Aires, 1956) es un volumen valioso. Incluye una selección de textos tomados de los nueve libros publicados por Benítez, poeta argentino de la llamada Generación del 80 que ha publicado Poemas de la tierra y la memoria (1980), Mitologías/La balada de la mujer perdida (1983), Guerras, epitafios y conversaciones (1989), entre otros. Poesía que asimila el coloquialismo con mesura y así evita el prosaísmo deliberado. Hay un cuidadoso trabajo con el ritmo de los versos.

Me cautiva de esta escritura la reflexión sistemática sin deteriorar la capacidad sugestiva del lenguaje poético. No se trata de filosofía disfrazada de poema. Tampoco de la imposición de una idea. Benítez deja que las palabras, merced a su musicalidad, nos sugieran asociaciones de la más diversa índole:

Muchos son los rostros que habitan
el enorme país de la distancia.

El aspecto visual le da una plasticidad a los versos. La multiplicidad de los rostros, el tamaño del país y la sensación de distancia se juntan para sugerir una atmósfera sutil. Tenemos una sinécdoque (el rostro en vez de la persona) y una metáfora que convierte a la distancia en geografía. En tal sentido, me trae a la memoria algunos poemas de Octavio Paz, verdaderos ejercicios de meditación. Por ejemplo, en “Piedra de sol”, el yo poético cavila acerca de la búsqueda de un instante que permita recobrar nuestra unidad perdida, pero dicha tentativa parece ser infructuosa. El ser humano, según Paz, parece condenado a la fragmentación constante.

Veamos otro ejemplo de Benítez:

De las tantas cosas que no puede
mostrar ciertamente la palabra,
la primera imposible es el olor
tan propio y exacto de las cosas.

La poesía es también como el aroma.

El hablante nos habla de la imposibilidad de las palabras para aprehender el universo de la realidad. El olor se escapa; el aroma, también. Los versos son un intento de atrapar las cosas, pero estas huyen. Todo poeta auténtico (y Benitez lo es, sin duda) debiera proseguir la incesante búsqueda. Esta antología (que hoy celebramos) es un fiel testimonio de ello.



[1] Benitez, Luis. Breve antología poética. Selección e introducción por Elizabeth Auster. Buenos Aires: Ediciones Juglaría, 2008.

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