LA PERRICHOLI EN CLAVE NOVELÍSTICA
En primer lugar, quisiera celebrar la publicación de la primera novela de Jeamel Flores Haboud. Se trata de una aventura de tipo histórico digna de encomio. Flores intenta reescribir el pasado teniendo como base la vida ficcionalizada de la Perricholi, es decir, de Micaela Villegas y Hurtado de Mendoza (1739-1819). La novela se sustenta en el hecho de que un paleógrafo Patricio Tudela y Lisperguer (Doctor en Filosofía por la Universidad de Harvard) encuentra un manuscrito de la novela en el Archivo Histórico del Instituto Riva Agüero y, a la vez, un conjunto de documentos (cartas, noticias de periódicos de la época, etc.) en un baúl. El paleógrafo decide intercalar en la novela parte de aquellos documentos encontrados. Además, añade algunos comentarios entre paréntesis.
La Perricholli, una conocida actriz del siglo XVII, fue amante del virrey Amat y había nacido “en las altitudes glaciales, tristes y hermosas de los Andes” (p. 32). Quisiera reflexionar en torno a los personajes caracterizados por Jeamel Flores en esta interesante novela histórica.
José Villegas, el padre de la Perricholi y natural de Arequipa, había contraído nupcias con una joven pintora francesa Micaela Godard y luego se casó con doña Teresa Hurtado de Mendoza, de cuya unión nació Miquita. En la novela se destaca de José Villegas su enorme cultura y sus ideas revolucionarias e independistas; aunque cayó en una enorme depresión cuando murió su primera esposa producto del cáncer. En la novela se afirma que “tuvo una infancia difícil al lado de su madre, quien nunca se casó con su padre” (p. 39).
La madre de la Perricholi “era de ascendencia vasca y pretensiones humildes, ama de casa y fiel esposa por falta de elección” (p. 41); una mujer que supo enfrentar el futuro criando “hijos buenos e hijas determinantes con las ideas revolucionarias de su cónyuge” (p. 41).
Manuel fue hijo de la Perricholi y del virrey Amat. Se entregaba a los amoríos y creció engreído por su progenitora. Es manifestación de un espíritu dividido, de la búsqueda de la esencia del Perú. ¿Era heredero de la cultura española o de la indígena?, esa es la pregunta que se hace el narrador. Manuel se educó en Europa y, por eso, tenía una formación sólida desde el punto de vista intelectual.
Manuela Armendáriz, hija de la Perricholi y de Martín de Armendáriz (hombre solo y nostálgico), era una “niña de un amor furtivo y necesario” (p. 30). Vivió con su hermano Manuel dos años; posteriormente, “la vergüenza y las malas lenguas la sepultarían en vida en alguna provincia lejana” (p. 29).
La Perricholi, personaje central de la obra, es un sujeto producto del mestizaje. Mujer de vida algo licenciosa, irreverente desde pequeña. Ella sería la primera mestiza en mostrar cuánto vale la seducción como poder en el ámbito de las relaciones interpersonales.
El virrey Amat, personaje polémico, que tuvo que afrontar difícil problemas de gobierno: “acrecentó la caja fiscal, estableció la lotería, formó barrios, fomentó la publicación de gacetas y cumplió con su querida, amándola incesantemente y sin cansancio desde el palco y en privado” (pp. 45-46).
En la novela se habla de la corrida de toros, de la Alameda de Acho, del trato humano o no que daban los jesuitas a los indios, de las ideas independentistas; sin embargo, el gran aporte de Jeamel Flores es haber imaginado una Perricholi absolutamente distinta de aquella que nos ha transmitido la historia oficial. En las páginas finales, está el testamento de la Perricholi. Allí afirma que:
1)En América hemos olvidado la responsabilidad que tenemos frente al destino de los demás;
2)Un continente que se niega a sentir, es un continente que se niega a pensar ;
3)Tenemos que salir de la barbarie: aprender a convivir con el otro;
4)Es consciente de su frivolidad y decide acercarse a los pobres;
5)Es necesario hacer la siguiente reflexión: “¿estamos constituidos como nación?” (p. 152).
La rosa del vireinato constituye un acercamiento novedoso a un tema histórico. Es indudable que, por momentos, la novela da la sensación de haber sido escrito desde una óptica quizá excesivamente cercana a nosotros, mas es el riesgo de la ficción novelística cuando sumerge en un mundo que tiene su propia lógica y, por eso, su particular forma de cautivarnos a través de la magia de la prosa.
La Perricholli, una conocida actriz del siglo XVII, fue amante del virrey Amat y había nacido “en las altitudes glaciales, tristes y hermosas de los Andes” (p. 32). Quisiera reflexionar en torno a los personajes caracterizados por Jeamel Flores en esta interesante novela histórica.
José Villegas, el padre de la Perricholi y natural de Arequipa, había contraído nupcias con una joven pintora francesa Micaela Godard y luego se casó con doña Teresa Hurtado de Mendoza, de cuya unión nació Miquita. En la novela se destaca de José Villegas su enorme cultura y sus ideas revolucionarias e independistas; aunque cayó en una enorme depresión cuando murió su primera esposa producto del cáncer. En la novela se afirma que “tuvo una infancia difícil al lado de su madre, quien nunca se casó con su padre” (p. 39).
La madre de la Perricholi “era de ascendencia vasca y pretensiones humildes, ama de casa y fiel esposa por falta de elección” (p. 41); una mujer que supo enfrentar el futuro criando “hijos buenos e hijas determinantes con las ideas revolucionarias de su cónyuge” (p. 41).
Manuel fue hijo de la Perricholi y del virrey Amat. Se entregaba a los amoríos y creció engreído por su progenitora. Es manifestación de un espíritu dividido, de la búsqueda de la esencia del Perú. ¿Era heredero de la cultura española o de la indígena?, esa es la pregunta que se hace el narrador. Manuel se educó en Europa y, por eso, tenía una formación sólida desde el punto de vista intelectual.
Manuela Armendáriz, hija de la Perricholi y de Martín de Armendáriz (hombre solo y nostálgico), era una “niña de un amor furtivo y necesario” (p. 30). Vivió con su hermano Manuel dos años; posteriormente, “la vergüenza y las malas lenguas la sepultarían en vida en alguna provincia lejana” (p. 29).
La Perricholi, personaje central de la obra, es un sujeto producto del mestizaje. Mujer de vida algo licenciosa, irreverente desde pequeña. Ella sería la primera mestiza en mostrar cuánto vale la seducción como poder en el ámbito de las relaciones interpersonales.
El virrey Amat, personaje polémico, que tuvo que afrontar difícil problemas de gobierno: “acrecentó la caja fiscal, estableció la lotería, formó barrios, fomentó la publicación de gacetas y cumplió con su querida, amándola incesantemente y sin cansancio desde el palco y en privado” (pp. 45-46).
En la novela se habla de la corrida de toros, de la Alameda de Acho, del trato humano o no que daban los jesuitas a los indios, de las ideas independentistas; sin embargo, el gran aporte de Jeamel Flores es haber imaginado una Perricholi absolutamente distinta de aquella que nos ha transmitido la historia oficial. En las páginas finales, está el testamento de la Perricholi. Allí afirma que:
1)En América hemos olvidado la responsabilidad que tenemos frente al destino de los demás;
2)Un continente que se niega a sentir, es un continente que se niega a pensar ;
3)Tenemos que salir de la barbarie: aprender a convivir con el otro;
4)Es consciente de su frivolidad y decide acercarse a los pobres;
5)Es necesario hacer la siguiente reflexión: “¿estamos constituidos como nación?” (p. 152).
La rosa del vireinato constituye un acercamiento novedoso a un tema histórico. Es indudable que, por momentos, la novela da la sensación de haber sido escrito desde una óptica quizá excesivamente cercana a nosotros, mas es el riesgo de la ficción novelística cuando sumerge en un mundo que tiene su propia lógica y, por eso, su particular forma de cautivarnos a través de la magia de la prosa.
Comentarios