APUNTES SOBRE EL ESTILO DIVIDIDO DE CARLOS OQUENDO DE AMAT / CFC
En uno de sus más recientes libros[1], Giovanni Bottiroli afirma que el estilo no es sinónimo de un conjunto de estilemas: “Contra la idea de una individualidad expresiva de una energía o de una lengua, trataré de mostrar que el estilo es propiamente el lenguaje dividido”[2]. En toda obra literaria, por consiguiente, hay una pluralidad de estilos que pugnan entre sí y establecen confrontaciones y trabazones de la más variada índole. En Los heraldos negros (1918), por ejemplo, hay la lucha entre un estilo modernista hegemónico y otro vanguardista emergente: el primero se expresa en el empleo del verso alejandrino; el segundo se manifiesta en la ruptura de estructuras gramaticales y léxicas, hecho que aparece, con mayor fuerza, en la última sección del poemario: “Canciones de hogar”.
En uno de sus más recientes libros[1], Giovanni Bottiroli afirma que el estilo no es sinónimo de un conjunto de estilemas: “Contra la idea de una individualidad expresiva de una energía o de una lengua, trataré de mostrar que el estilo es propiamente el lenguaje dividido”[2]. En toda obra literaria, por consiguiente, hay una pluralidad de estilos que pugnan entre sí y establecen confrontaciones y trabazones de la más variada índole. En Los heraldos negros (1918), por ejemplo, hay la lucha entre un estilo modernista hegemónico y otro vanguardista emergente: el primero se expresa en el empleo del verso alejandrino; el segundo se manifiesta en la ruptura de estructuras gramaticales y léxicas, hecho que aparece, con mayor fuerza, en la última sección del poemario: “Canciones de hogar”.
El caso de 5 metros de poemas (1927) es digno de relieve. La crítica especializada se ha esforzado en señalar el funcionamiento de códigos vanguardistas (algunos de estirpe ultraísta), cinematográficos, icónicos, que inundan este libro ejemplar en el contexto de la poesía peruana de los años veinte; sin embargo, no ha percibido que en 5 metros... existe la lucha entre un estilo clásico y otro vanguardista. Por ejemplo, “Madre” no es un poema experimental sino que, en gran medida, se sitúa en una atmósfera tradicional y clásica:
Tu nombre viene lento como las músicas humildes
y de tus manos vuelan palomas blancas
Mi recuerdo te viste siempre de blanco
como un recreo de niños que los hombres miran desde aquí distante
Un cielo muere en tus brazos y otro nace en tu ternura
A tu lado el cariño se abre como una flor cuando pienso
Entre ti y el horizonte
mi palabra está primitiva como la lluvia o como los himnos
Porque ante ti callan las rosas y la canción
¿Cuál es el componente vanguardista de este poema? Desde el punto de vista figurativo-retórico, ninguno. Las metáforas son muy tradicionales: la lentitud de la música; la simbología del blanco como sinónimo de pureza; los términos “cariño” y “ternura”; la imagen de las rosas y de la canción que callan. No obstante, el estilo tradicional contrasta con un estilo vanguardista que se revela en dos elementos fundamentales: la ausencia de puntuación y la polimetría. En otras palabras, la ortografía “caprichosa” del poeta y el uso de diversos tipos de versos establecen un contraste con los tropos de prosapia clásica. Esto se puede observar con nitidez en el primer verso, donde la eliminación de la coma y las 16 sílabas dan una sensación de lentitud, hecho que se asocia con el recuerdo de la madre que aflora en la mente del locutor personaje.
Hay otro texto donde se percibe esa pugna entre el estilo clásico y el vanguardista: “Poema del mar y de ella”. Dice así:
Tu bondad pintó el canto de los pájaros
y el mar venía lleno en tus palabras
de puro blanca se abrirá aquella estrella
y ya no volarán nunca las dos golondrinas de tus cejas
el viento mueve las velas como flores
yo sé que tú estás esperándome detrás de la lluvia
y eres más que tu delantal y tu libro de letras
eres una sorpresa perenne
DENTRO DE LA ROSA DEL DÍA
Tomemos como punto de partida el tejido figurativo del texto para luego precisar la oposición entre lo clásico y lo vanguardista. Aquí predominan dos tipos de figuras retóricas que han sido catalogadas por Lakoff y Johnson como metáforas ontológicas y orientacionales. Las primeras ponen de relieve que “[e]ntender nuestras experiencias en términos de objetos y sustancias nos permite elegir partes de nuestra experiencia y tratarlas como entidades discretas o sustancias de tipo uniforme”[3]. Las segundas enfatizan ciertas categorías que permiten ordenar cognitivamente los lugares que ocupan nuestros cuerpos tomando en cuenta los conceptos de arriba-abajo, dentro-fuera, delante-detrás, etc. En el verso “y el mar venía lleno en tus palabras” se percibe un tipo de metáfora ontológica, es decir, la metáfora de recipiente, por la cual el “mar” es concebido como un envase lleno y que viene merced a las palabras de la amada; en otros términos, es el lenguaje el que posibilita que el mar sea un recipiente lleno.
Además, en el verso “yo sé que tú estás esperándome detrás de la lluvia” tenemos una metáfora orientacional; en efecto, la lluvia es concebida como un lugar físico, es decir, como un árbol detrás del cual el alocutario representado (la amada) esperará al locutor personaje.
Pero volvamos a la idea del estilo como un lenguaje dividido. Bottiroli afirma que “Lenguaje dividido significa que las unidades lingüísticas (los signos) pertenecen a regímenes distintos, las hacen posibles fronteras (o trabazones) de distinto tipo. Lo que llamamos ‘el lenguaje’ o ‘el estilo’ de una obra de arte en realidad siempre es una mezcla de estilos heterogéneos: por lo que a la heterogeneidad se refiere, para el ideólogo es un punto de llegada (el ideólogo se conforma con la oposición entre heterogéneo y homogéneo, entre híbrido y no híbrido), para la teoría es un punto de partida. En efecto, es necesario analizar las muchas formas, las muchas relaciones que hacen que una obra sea plural, del mismo modo que es indispensable comprender que no hay pluralidad sin conflicto”[4]. Por eso, resulta una vana utopía pensar que hay un estilo de Oquendo de Amat, sino que hay pluralidad y heterogeneidad de estilos en 5 metros... en tanto obra fundacional de nuestra tradición poética.
En efecto, el “Poema del mar y de ella” empieza con una metáfora sinestésica de estirpe vanguardista: la acción de pintar atribuida a la bondad. Luego continúa con la idea de problematizar el lenguaje (las palabras de la amada) como soporte de la realidad vista como un recipiente; es decir, nuevamente una manifestación de un estilo vanguardista, pues las vanguardias se caracterizaron, en particular, por el hecho de ver la relación entre las palabras y los objetos como profundamente problemática. ¿Pueden los signos representar los objetos y sujetos del mundo cotidiano? Surrealistas, dadaístas y expresionistas liquidaron la concepción mecánica de carácter positivista y le asignaron al lenguaje una cierta independencia en relación con el mundo real.
Sin embargo, en los cuatro siguientes versos se incrusta un estilo clásico: el color blanco asociado a la estrella; la metáfora de las golondrinas; el acompasado movimiento del viento y la esperanza del locutor personaje que tiene fe en que la amada lo esperará, con mesura y sosiego, “detrás de la lluvia”.
Luego de este “devaneo clásico” aparece una comparación algo vanguardista: (“y eres más que tu delantal y tu libro de letras”) porque incorpora un nuevo léxico y establece una confrontación entre la imagen de la amada y un aspecto concerniente a la cotidianidad de ésta: el delantal, que remite a un trabajo consuetudinario en el hogar.
No obstante, el último verso establece una tensión entre la noción de “sorpresa” y la tradicional metáfora espacial “DENTRO DE LA ROSA DEL DÍA” escrita, paradójicamente, con mayúscula, a la usanza vanguardista. La amada, en tanto alocutario representado, se transforma en una sorpresa eterna, pero situada, espacialmente, al interior de una rosa.
La pregunta es por qué Oquendo de Amat escribió, de una manera vanguardista, la expresión “DENTRO DE LA ROSA DEL DÍA” con mayúscula si él sabía que era una estructura bastante tradicional. Indudablemente, porque quiso mostrar un contraste entre un estilo clásico y un estilo vanguardista. Así, el poeta anheló que sus textos sean vistos como manojos de palabras dispersas en el espacio y que sugieren una realidad irrefutable: no hay un estilo único; en todo hombre hay varios hombres; en todo mundo, hay varios mundos.
[1] Giovanni Bottiroli. Teoria dello stile. Firenze, La Nouva Italia, 1997.
[2] Ibídem, p. XIX.
[3] George Lakoff y Mark Johnson. Metaphors We Live By. Chicago, The University of Chicago Press, 2003, p. 25.
[4] Giovanni Bottiroli. “Mímesis y murales. Apuntes sobre el estilo desde Ciudad de México”. En: Encomio a Helena. Homenaje a Helena Beristáin. México, Universidad Autónoma de México, 2004, p. 117.
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Javier ( simbaddetodounpoco@hotmail.com)