Unas palabras acerca de Carlos García Miranda
“El punto por donde pasó un hombre, ya no está solo.
Únicamente está solo, de soledad humana, el lugar por donde ningún hombre ha
pasado”, sentenció César Vallejo. ¿Acaso el poeta de Santiago de Chuco estaba meditando
sobre la súbita muerte que nos acecha desde lejos? Hace unos días, el joven profesor sanmarquino
Carlos García Miranda (1967-2012) partió hacia otros lares. Lo conocí cuando fue mi estudiante en la Escuela de
Literatura de la Universidad de San Marcos. Iconoclasta, polémico, Carlos fue docente en San Marcos, un gran lector de Mijail
Bajtin y persistente estudioso de la literatura colonial. En dos ocasiones, él y yo nos
embarcamos en aventuras editoriales. Emprendió, con dedicación y esmero, la segunda edición de un libro que traduje: Poemas de Paul Éluard. Posteriormente, editó mi libro La soledad de la página en blanco. Era muy cuidadoso con todos los
detalles: la carátula y el tipo de impresión, por ejemplo. Cuando fui elegido miembro de número de la
Academia Peruana de la Lengua, escribió,
en su blog, una nota donde hacía ver su beneplácito por mi designación. Cuando
coincidíamos tanto en Lima como en el extranjero, me hablaba siempre, con
pasión, de sus proyectos: la idea de difundir el proyecto de Guamán Poma de
Ayala o de forjar una nueva editorial en el Perú. Ahora, Carlos García ya no
está entre nosotros: quizá alguno de estos días escuchemos sus pisadas en el
Patio de Letras para iniciar esa tertulia sin fin sobre la literatura, tertulia
que él forjó de modo indesmayable.
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