NINGÚN LIMBO BAJO EL SOL*/ PAUL GUILLÉN

“Tanto te soñé desnuda que he perdido el Sol”

1.

El revés de las cosas pierde su realidad y se convierte en un cable pelado, un sol que alumbra las estaciones se detiene en la ficción de lo existente, la luz del día girando en el poema.


Imagina lo blanco sobre lo blanco, su sombra, su contorno, el perfil de la materia y la trilogía del mar, una galaxia entera fallece entre los restos de tu rostro pétreo.

En el prado: la música, los insectos, las lágrimas caen sobre los pétalos y vomitan sobre un rosal sanguíneo y curvo.


Tus ojos ven la ebullición de una espina en la córnea, y el poema empieza a sangrar y desfallece de nuevo. Y en el incendio de esta fiesta pienso y me consumo aguantando el mundo que me aprisiona y me asfixia - no poder arriesgar el seso ni las manos menos el silencio, si me acompañaras una noche por este camino verías que lo obsceno es más negro que mis venas. En este instante no desarmes mis palabras no desarmes mis instancias mis esencias de oro verde.

La herida estalla como un látigo en el poema, el dolor se acrece en los pantanos, pero tu dolor inasible bajo las formas del absente vive en esa boca callada - evocas la combustión de los planetas ese corazón putrefacto que se quiebra a pedazos gélidos, humana Capital de las dolencias, derruida en el recuerdo y el absurdo.

Pero tú vuelves al poema.

No puedo rendirme en conseguir la imagen perfecta debo pronunciar miles de palabras para encontrarte o perseguirte: “y, sí, Amor es una bella palabra”. Desde el amor, el poema se niega a seguirme, se aleja cada día más negando la convicción que antes tenía, desde el silencio, se niega en arribar a la otra margen. Ese cable pelado que destila la ponzoña del mundo - nudos que contradicen la armonía de los crepúsculos ¿para qué seguir nombrándote y seguir sufriendo en el poema?


2.

Dos cuerpos permanecen opuestos en la cama sus sombras respiran junto a la pared, el espíritu se va en cada bocanada, la inmateria como prolongación de la Belleza, el primer fuego como extinción del lecho nupcial. Tu cuerpo desnudo ocupa toda la habitación y me aprisiona contra las paredes, no puedo respirar el fuego de tu vientre, debo morder con suavidad esa sustancia, morder porque mi boca necesita del líquido verde de tus pasos contempla cómo en una cueva una fiera salvaje se inunda de recuerdos y los minerales penetran por sus poros y forman nuevos seres si alguien creciera dentro de ti nunca te darías cuenta del momento de la transformación sólo notarías una pequeña cantidad de agua fétida chorreando las iluminaciones, finalmente podría llamarte Sofía pero ¿acaso ese fue tu nombre?

3.

Podrías decir que lo elemental del hábito es bailar con la muerte en una feria provinciana - ese lenguaje mudo en las eses pierde su realidad o tú pierdes tu realidad y te vas borrando, tal vez, todo esto sea una bella mentira. El celador todo el día no te deja salir del mundo y te hace hablar del peso, del zapato y del astro. Pero tú guardas en tus sesos un pedazo de ala, un pedazo de sol y un pedazo de kilo. Eres el moribundo aquel, el que cae bajo el sol de mayo abatido y su piel arde en cenizas, siempre en descenso, también, eres la víctima mayor de un incendio, por eso, tu rostro está roto, cojo, amoratado ¿se nota esa parte en el poema? La poesía como un péndulo ahuecado con casas y citas bordadas en un líquido celeste que no me atrevo a consumir - todo ello parece un signo de inmovibilidad, donde los Dioses dejarían constancia de su paso por el mundo mediante el incesto mortal. Lo hemos intuido hace miles de siglos desde otras galaxias y otros símbolos. Habito más que el infierno y me consumo en llamas en esta Villa, herido por la rotación de los planetas que se suceden en el poema horadando la presión y el patíbulo.


4.

El cielo se derrumba sobre el poema. Son como restos de un naufragio, como una hoja de nuez perdida en la cabeza, como un inmenso túnel pegajoso que nunca acaba. Para qué sigues mirando al cielo si el derrumbe lo perdió todo - voltea tu mirada hacia las sirtes del mundo. No poseo la madurez para hablar de tu talento sólo puedo hablar del mundo donde habitas junto al silbo de los aires amorosos oh tus ínsulas extrañas oh tus ríos nemorosos no temeré a la fieras y andaré por bosques y fronteras o no seré nunca más nadie.


5.

El poema calla su luz no aguanta las molestias de ser una cosa inerte a veces yo mismo me niego y pendo como un hielo desde la torre más alta. Finalmente, ¿desbrozarás el cáliz de fuego de tus propias palabras? Vivir encerrado sin necesidad de la palabra es como para morirse ahogado en sempiternas corrientes submarinas y, así, resurgir con el verano sangriento amarrado a una camisa de fuerza violado y morado junto a peces de colores


6.

Una muñeca de museo te hace una muesca desde el relente de las horas te pide que confieses tu historia secreta - cierras los parpados. Recuerdas toda la historia como en una mano vacía, se te caen pedazos de historia, los desperdicias en la sección sexta, te distraes con el ruido de las teclas, con la picazón de tu cuerpo y te desvías de la noche. El ojo se abre, lo cierro y se consume, los residuos de luz destierran a los insectos. Soy el único vestigio del vértigo. Soy aquel ser sin rostro que el vacío niega, soy quien anuda su vientre, su páncreas a las palabras, sin órganos, sin rostro y sin deseo. El poema no trastoca el fluir de tus córneas sólo espera que tras los tenues hilillos de luz la sombra de tu ser arda como un árbol de moras líquidas.


7.

Uñas de vidrio o un cuerpo que se desplaza desde tu pelo hasta los más remotos planetas por la historia secreta, despacio, muy despacio. El balbuceo toca tu lengua, tu tráquea, tu transición. El místico marcado por las pústulas de un encierro en el Convento de las Descalzas. Un mamífero afiebrado por su deseo de ser otro. En la penumbra, sientes los grilletes que te aprisionan, no podrás llegar a la otra margen. El cervatillo de plata jamás lo hará. En la madrugada, los alaridos del marqués rompen la mañana en cautiverio. Tu cuerpo desnudo es como un cristal fuerte, afiebrado y sin revés.

8.

El paso del cero al uno y del uno al cero cargado del sinsentido por tus riberas transita tu hermosura y mis ojos no lo pueden ver. Repaso el Cosmos con el pie, siento unas letras en mis sesos que se entrechocan y salen chispas, ese no poder asir es mi desesperación. Resisto en mi interior – recuerdo: el poema se vuelve una sombra en tu cabeza.


9.

Una navaja corta el poema en doce partes desiguales nada se parece a un planeta, un zapato, un tallo, una espina. Fijo la visión en el peine, habito los bajos fondos y descubro que los altos dones nos serán negados.

10.

El poema se niega a sí mismo, se transforma, se vuelve verde, líquido, savia, tampoco las palabras dicen quienes son o si has muerto en la batalla y nadie piensa en ti, los otros, ellos, los que están en tu lugar, has muerto y eres otro, he muerto y soy otro, todos estamos muertos, este mundo muerto, estos bosques muertos, esta agua muerta, estos amigos muertos, esta mujeres muertas, estos perros muertos, no quiero ser alguien distinto. El poema se niega a sí mismo: He aquí su eternidad.

11.

El poema penetra los astros, los tallos, la espina y el zapato. Las esporas sangrientas, franqueando el peso de todos los elementos, relinchan a la hora final de la historia secreta.

12.

Ah, la historia secreta, entre su cuerpo cavernoso y el poema, nada encontrarás.

* Texto intervenido Limbo para Sofía de Maurizio Medo.


Paul Guillén (Ica, 1976). Publicó los poemarios La muerte del hombre amarrillo (2004) y La transformación de los metales (2005). Realizó la antología 33 poetas del 70 (2005). Ha publicado artículos y entrevistas sobre poetas peruanos y latinoamericanos. Actualmente, forma parte del consejo editorial de El billar de Lucrecia (México) y dirige el blog, revista virtual y editorial Sol negro (
www.sol-negro.blogspot.com )

Comentarios

Anónimo dijo…
Los 12 cantos del extenso poema “Ningún limbo bajo el sol”, del poeta peruano Paul Guillén, me han causado una impresión muy honda, me han sacudido estéticamente, me han conducido de la mano hacia un territorio del lenguaje para mí nuevo; en suma, me han arrojado a lo desconocido, a través de alusiones a significados que pueden estar más allá de los alcances del lenguaje. En suma, me han dado una prueba palmaria de constituir un genuino poema, una legítima pieza del género, lo cual, para un lector, es siempre reconfortante, por cuanto indica que escribir poesía es todavía posible, que alguien sabe cómo hacerlo a un nivel que es exactamente el que buscamos.
“Ningún limbo bajo el sol” no es solamente una muestra brillante y renovada del tradicional poema largo latinoamericano, sino además una suerte de poema-río: varias de sus partes podrían ser el origen de otros poemas, tal es la condensación de significados que exhiben sus versos. Por otra parte, destaco la capacidad del autor para trabajar sin prácticamente ningún altibajo, y ello a través de una riesgosa extensión, que por lo múltiple de sus expresiones ofrece muchas oportunidades de cometer un ripio, tolerar una imagen no funcional al pivote del conjunto o “enamorarse” de una expresión que cumpla, específicamente, una mera función decorativa. Ninguna de estas fallas se advierte –según mis sucesivas lecturas- en este destacado texto poético de Guillén y celebro muy personalmente que así sea. He sentido, leyendo “Ningún limbo bajo el sol”, un placer semejante al que vino a mí al recorrer los versos de otros autores afectos a las largas extensiones, como Paul Valéry en su “Cementerio Marino”, André Breton en su célebre “Unión Libre”, o como me sucedió al leer “Los muertos de Lofoten”, de Oscar Wenceslas de Lubicz-Milosz (hago constar que el poema citado de Valéry y el de Lubicz-Milocz son dos de mis preferidos en el conjunto de cuanto he leído). Creo que ello expresa más acabadamente mi impresión sobre esta brillante página de este joven y prometedor poeta peruano, cuyo desarrollo debe ser seguido con el interés que amerita.

LUIS BENITEZ (Buenos Aires, Argentina)

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