UN NOTABLE CUENTO DE CARLOS EDUARDO ZAVALETA


El cuento es un género hermano de la poesía. En ambos no debiera sobrar ni faltar una sola palabra. Una novela, por el contrario, abre la posibilidad de que, en la trama narrativa, confluyan personajes y situaciones de la más variada índole. El éxito de un relato breve se decide en el primer parágrafo; el de un poema, en el verso inicial. Por eso, Julio Cortázar decía que el cuento debía ganar por knock-out; en cambio, la novela ganaba por puntos. Horacio Quiroga afirmaba que un cuento era una novela absolutamente depurada de toda redundancia.
Abraham Valdelomar, Julio Ramón Ribeyro, Luis Loayza y Carlos Eduardo Zavaleta son cuentistas de primer nivel. En el ámbito de la Generación del Cincuenta, Zavaleta destaca por haber sido el primero en utilizar creativamente, en el Perú, las técnicas de la narrativa de lengua inglesa, pues él modernizó el lenguaje del relato incorporando procedimientos que provenían de James Joyce, William Faulkner, entre otros.
Cuentos brevísimos (1980-1983) reúne textos bastante escuetos, la mayoría de los cuales no sobrepasa la página y media. Me centraré en el análisis de “Conocer el mundo”:


En algunas clases del kindergarten, la maestra dibuja una paloma en la pizarra y dice, niños, esto es una paloma.
En las clases de la escuela secundaria, el maestro explica y traza en la pizarra figuras geométricas y operaciones más o menos complicadas y dice, miren, muchachos, éste es el teorema.
En la calle, a lo largo de muchos años, yo primero vi a un muchacho desconocido y enfermo, que andaba temblando de la cabeza a los pies, luego a un conocido que se disparó un balazo y siguió temblando por el suelo; después a un hombre que se tomaba la cabeza entre las manos y gritaba sin importarle el gentío; y finalmente a una mujer que hablaba sola pasando a mi lado. Sólo así entendí cuando alguien que no era un maestro me dijo, mira, Juan, esto es una locura.


Veamos la progresión temática del relato. Al principio, el narrador precisa qué se enseñaba en las clases de kindergarten; luego desarrolla aquello que se aprendía en la educación secundaria; por último, alude al aprendizaje en la escuela de la vida.
En kindergarten se privilegiaba el dibujo; en secundaria, la matemática. Por el contrario, en la calle, prepondera la enseñanza basada en la vivencia. Para el narrador, el saber oficial (transmitido por los maestros) nos aleja de la vida y termina siendo sinónimo de puro artificio. Comienza estimulando la creatividad de los alumnos a través del dibujo, sin embargo, después la resolución de complejas operaciones matemáticas pareciera convertir el aprendizaje en una actividad exenta de placer. En secundaria, el goce de saber se termina extinguiéndose en el mar de complejos problemas geométricos. Es interesante recalcar el funcionamiento de dos expresiones: “esto es una paloma” y “éste es un teorema”; vale decir, el educando es simplemente un receptor pasivo y repite acríticamente lo que afirma el profesor en el aula.
En cambio, la escuela de la vida permite un conocimiento más directo. El narrador que lleva por nombre “Juan”, no necesita de la imposición del saber hegemónico, pues él mismo descubre a través de los sentidos (“vi”) la sintomatología de la locura. Experimentar en carne propia posibilita un aprendizaje más duradero, basado en la vivencia absolutamente intransferible que presupone la observación directa de los fenómenos.
Frente al saber hegemónico de la educación formal, tenemos a una persona que tiene un conocimiento más profundo que el de los maestros, pues hace que el narrador pueda entender plenamente en qué consiste la locura. Comprender algo significa poder responder a una pregunta determinada. Primero, tenemos una interrogante: ¿qué es una paloma? La explicación que da la profesora se sustenta en el hecho de dibujar una paloma en la pizarra, pero no muestra una paloma real con la cual pudieran interrelacionarse sus pequeños alumnos. Luego, la clase en la educación secundaria busca contestar la siguiente pregunta: ¿qué es un teorema? El abordaje del mencionado tema en el aula confunde mucho a los estudiantes, quienes se ven sumidos en procedimientos matemáticos harto complicados.
Finalmente, veamos el último enigma por resolver: ¿qué es una locura? El aprendizaje toma mucho tiempo (“a lo largo de muchos años”) e implica el análisis, por parte del educando, de cuatro casos: un muchacho enfermo que caminaba temblando; un sujeto, conocido por el narrador, que “se disparó un balazo”; un hombre que gritaba un tanto al margen del gentío; y una mujer que se complacía en el ejercicio del monólogo. El proceso es inductivo porque implica ir de lo particular a lo general. Entonces, el narrador encuentra un personaje, probablemente más sabio que cualquier maestro, quien le dice “esto es una locura”. Podemos aprender más viviendo y caminando en las calles que asistiendo a una clase. El aprendizaje dura toda la vida: nunca concluye.
En gran medida, el cuento de Zavaleta es ejemplar porque implica una crítica del saber hegemónico que prima en la educación formal y que separa el placer del conocimiento, lo afectivo de lo cognitivo. Por el contrario, vivir significa, en realidad, aprender y unimismar el sentimiento y el conocimiento.
“Conocer el mundo” revela por qué Zavaleta es uno de los grandes cuentistas peruanos. Es un texto breve pero denso; no le sobra ni le falta ni un solo vocablo. He ahí la magia de un auténtico relato.

Comentarios

Unknown dijo…
Sr. Fernández:
Saludos. Este análisis tan claro y didáctico nos motiva a leer más a un escritor como Zavaleta.
Anacarsis Klooth
Gracias por su comentario. Camilo
Hola Camilo

Al amanecer, antes de salir de casa, leo un cuento. Luego, dentro de una botella bien tapada lo lanzo al mar y así dejo un rastro para poder regresar. Preparo entonces un morralito y me voy de paseo por la red en busca de contadores de cuentos, letras nuevas, fabuladores, nuevos amigos, para aprender y compartir.

Esta semana la estoy dedicando a leer cuentos de escritores de Francia y me he encontrado cosas maravillosas que deseo compartir. Te invito para que pases por mi Casa, espero que lo que estoy leyendo te guste tanto como a mí.

Saludos desde Mérida-Venezuela.
Jabier.
Unknown dijo…
Dr. Camilo:
Saludos. ¿Y para cuándo lo de retórica?
RDA
Estoy terminando un libro sobre un poeta argentino, una vez que lo acabe, podré dedicarme al manual de retórica. Saludos, Camilo.
Ese es uno de los primeros microcuentos del maestro Zavaleta, quien recièn a partir del 80 empieza a ejercer la práctica de la minificción. Sus microrrelatos aparecen en:
La marea del tiempo (1982), Un herido de guerra (1985), Abismos sin jardines (1999), Cuentos completos-tomos 2 y 3(1997 y 2004) y Cuentos brevísimos (2007). Además ha publicado microrrelatos en diversas revistas y antologías del medio como Hueso húmero, Pueblo azul, elhablador, Colección minúscula, etc.

Saludos.
Anónimo dijo…
alguien me puede decir sus personajes principales y secundarias no entiendo bien :( porfavor
Estimado, el maestro y la maestra son los personajes centrales en este caso; pero también el narrador personaje, quien cuenta que aprende más en la vida que en la escuela. Además, tenemos a la persona (como personaje secundario) que manifiesta la locura.

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