POEMAS / RODRIGO VERDUGO PIZARRO

PRIMER ANUNCIO

Nos descarna la noche y se nos pegan todos los vuelos
Las manos han quedado abiertas para demostrar que los vientos han errado
Oyes esa harapienta vibración, si es la nuestra y es mejor ignorarla
Somos borrosos para los dioses tanto como ellos lo son para nosotros
Vamos vestidos con agujas quemadas, agotamos el primer ojo
Para qué guardar memoria,
Si solo hay viento y agua operando en el brote de los seres inviolables
Las memorias alzaron la luz como límite primitivo
Habrá veces en que nos echen fuego o niebla encima para distinguirnos
De eso que hubo entre el cielo y la copa del derrumbe.
Nadie ha descubierto nuestra cofradía, porque hablamos un idioma en clave
Entre la bruma accidentada y los lechos mancos
Llevamos atada a la espalda la quimera investida de cera.
Esta mañana se levantó el polvo, atisbo esa continuidad que se asoma al día
Un tiempo accesible del que se sale con pies de silbidos hacía las casas
Para entrar y salir de ellas, golpear las puertas mientras abren y no es nadie
Mientras vuelven a golpear y de nuevo abren y de nuevo no es nadie
Pero alguien hace cálculos, sumas y restas con esos golpes y comprueba
Que el mensajero fue cubierto por constelaciones marinas y anillos venenosos
Y llama a las líneas a advertir que las manos del cielo se basan en las retenciones.
Él con nosotros hace una sola cadena, esa sola cadena que hacemos
Con los ángeles que crecen hacia abajo en retribución a la madera
Con las ánimas genitales que marcan con óxido de zinc sus territorios en los muros
De las cavernas, ahora son distintos los umbrales, como el agua que se desengaña
Un renegado magnetismo nos enmascara, bañamos las armas en el leproso centelleo
El espacio que ocupamos dentro de la noche se vuelve niebla
Niebla que codicia la fragmentación del cuerpo.
Es mejor ignorar que nuestras raíces se abandonaron a cielos equivocados
Que al nacer interrumpimos a esas serpientes
Que son las herramientas de la tempestad
Es mejor no guardar memoria, todos vivieron bajo una lámpara culpable
Lo sumergible del mar primero fue hecho en el cielo
Miramos hacia atrás y vemos al fulgor derribar una hilera de días
Es otra la mirada como la del hombre que se mira fijamente en la mujer
Y descubre que ha convivido con el relámpago
Que encamina a la sangre hacia un camino invisible
Con la clave que castiga las piedras, para que la luz se quede a solas con la muerte.
Descubre que ha agitado pájaros y espejos para que el infierno envejezca
Descubre que ha dejado cubierto de brisas el árbol sexual que releva a la muerte
Descubre que dos temblores se quedaron para siempre frente a frente.



SEGUNDO ANUNCIO

Se conectan mangueras al cuerpo para tragar agua de mar día y noche
Y así enloquecidos partir a la guerra que hay entre derrumbes y desdoblamientos
Son de la familia del hombre que alimentaba embriones astrales con tinta
Sus ecos llevan alcohol a la estrella, convierten en piedra pómez los cruceros.
Los están urdiendo desde lejos, por eso sienten la angustia que rodea al rayo
Llevan tierra a los espejos para ver si ella es la medida de la resurrección
Están preparando un largo festejo, como vidrios que buscan una fibra oblicua
Nada pueden contra ellos ni los exorcismos marinos que ahora bajan por las ventanas
Ni esa arena invisible donde permanecen las ataduras.
Se van hiriendo y esas cicatrices van diferenciando esos enarbolados contactos
Que hay entre la luz y el aire
Nos hacen lejano el cuerpo, cercana la incógnita de la que brotan las aguas
Ponen la nube trepadora al lado del instrumento espumoso
Ahora dicen: “Enjaularemos la sangre, no sin antes preguntarle
Si cielo o mar a la huella”, es que tantos resplandores nos han sido vedados,
Desde que las puertas volaron en busca del día,
Desde que el agua tiene la muerte en alto
Refulge como nunca el hilo que detuvo al diluvio
Y ellos partieron en busca de emblemas para la tierra
La seca estrella puso cuerpos acalambrados en el camino.
Los están urdiendo desde lejos y avanzan y avanzan
Encierran fuego en las estrellas para hacer reñir a las aves
Son reclamados como esas banderas o seres sin cabeza que hacen piar la imantación
Aunque todo parezca perfecto fijo e indisoluble
Todas las tardes raspan sangre seca de pájaro por el bien de todas las estructuras.
Partieron en busca de emblemas para la tierra, de ese arraigo titilante que está en vías
De ser un internado de cisnes mortíferos donde se entra a darse esos roces enrejados
Que hay entre los espermatozoides y el anticristo
Seres turnios hacen maderos a la orilla del camino
Se ajustaron los astros a un hilo de sangre.
¿Qué harán esta noche que los estoy mirando?
Tendrán una muerte con contornos de aire o agrandaran el anillo
O conseguirán un cadalso glúteo, o solo esperaran el día, porque siempre en el día
Tendrán la edad de los árboles, y dicen: “A partir de este rayo cada herida tendrá
La edad de los árboles” por eso nosotros bebemos y nos alumbramos
Pero aguas y luces se abstienen de nuestra postrera desnudez.
Todo esto ya no esta ni siquiera en la larvada oscuridad de quien ha cerrado
Todas las puertas, y esperado que los vidrios muestren aires sucesores.
Tocamos el dolor de los animales en los abismos nuevos
Después el cielo solo reflejo nuestra afinidad con las piedras.

(De Anuncio)

Rodrigo Verdugo Pizarro (Santiago de Chile, 1977). Se inició en el taller de poesía "Isla Negra", dirigido por el poeta Edmundo Herrera. Coeditor y articulista de la revista Derrame y miembro del movimiento del mismo nombre, cursa estudios de literatura en la Universidad Andrés Bello. Su obra ha sido publicada en revistas como Aurora 55, Boletín de la fundación Pablo Neruda, Piedrazo, Gaceta literaria El Bote, As de Copas, Voces (España), Cognosco (España). Ha sido incluido en las siguientes antologías: Escritores del mundo II de Alejandra Zarhi (1995), Primer Concurso de poesía y narrativa “Andrés Bello” DAE (2002) entre otras. Ha publicado Nudos Velados (2002). Poemas suyos han sido traducidos al francés y al polaco.

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