LA PRIMERA CARACTERÍSTICA DE LA POESÍA MODERNA



En un artículo anterior me referí brevemente a siete características de la poesía moderna (1). Un lector me pidió que desarrollara con mayor amplitud cada una de estas particularidades. Recordemos. La primera característica es que la poesía moderna, desde Baudelaire hasta nuestros días, no tiene un fin didáctico. En la relación entre maestro-alumno debiera preponderar la claridad (la perspicuitas, en términos de la Retórica clásica) en cuanto al empleo del lenguaje, es decir, se elimina la ambigüedad. Si una explicación en el aula está teñida de ambigüedad, constituye una elucidación estéril, pues genera confusión en el discípulo. Además, jamás este último puede poner en duda la autoridad del profesor, quien establece las pautas sobre la base de las cuales se desarrolla una asignatura y no deja un margen amplio de libertad para el alumno.


El poema moderno es una rotunda negación de la estructura anterior: no respeta el principio de claridad y está lleno de una profusa ambigüedad (desde Arthur Rimbaud y los vanguardistas) que, incluso, llega a la gran complejidad formal (los encabalgamientos y el uso caprichoso de las preposiciones en la poesía de Mallarmé, por ejemplo). Si bien todo poeta moderno intenta generar una atmósfera, deja un amplio margen de libertad al lector para que este pueda emplear su imaginación e incluso pueda optar, a veces, por desmitificar la idea del poeta como un “demiurgo” que se sustenta solo en la inspiración.

Baudelaire puede configurar escenas grotescas e incluso configurar un yo poético en la urbe en la mayor orfandad, percibiendo mendigos y seres marginales que pueblan las calles de París. Así descree de esa imagen de autoridad que se respira en la literatura didáctica, la cual busca difundir valores morales al lector.

Rimbaud se enfrenta a prototipos cristianos en Una temporada en el infierno. Mallarmé no desea explicar nada al lector ni enseñarle actitudes; sugiere una determinada atmósfera con el fin de incitar a que el lector coopere activamente para completar el sentido del poema.

NOTAS
(1)Ver, en este mismo blog, archivos de enero de 2007.

Comentarios

Anónimo dijo…
Si partimos de que la poesía no tiene un fin didáctico en la "modernidad", queda implícita la pregunta de cuál es el fin de la poesía. Es decir, llegamos a esa pregunta tan retórica e imprescindible sobre la función de la poesía. Y por supuesto a la relación del poeta y la sociedad. Si me apresuro a dar una comentario diría que la función de la poesía en tiempos modernos fue, y tal vez es, una función crítica. En muchos poemarios, pongamos los vanguardistas, hay una actitud crítica respecto del "orden establecido". También sería interesante preguntarse entonces sobre que clase de conocimiento es el propio de la poesía. Y aquí de seguro hay muchas puertas y ventanas.
Le agradezco haber hecho caso a mi petición, hablar sobre poesía siempre resulta en suma entretenido.
Saludos estimado profesor.
Estimado José Luis: Tienes toda la razón sobre la actitud crítica del poeta. Pero esa es la segunda característica: "el poeta es un operador de lenguaje y, a través de ese procedimiento,manifiesta una actitud crítica". Lo que sucede es que todas las características tienen mucha relación entre sí, pero deseo separarlas y explicarlas independientemente para evitar ambigüedad y confusión. Creo que el poeta busca un tipo de conocimiento intuitivo que procede sobre la base de analogía y que no es matemáticamente exacto. Se parece al conocimiento que se puede extraer de un mito o de una ceremonia religiosa. Saludos, Camilo Fernández

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